En los inicios de su formación, la Tierra se vio bombardeada por fragmentos de material espacial que contribuyeron a perfilar su forma y sus características. Uno de ellos habría impactado con tal fuerza y tamaño, que la porción que arrancó salió disparada para convertirse en nuestra Luna.
Era el período conocido como eón Hádico, en referencia al Hades griego. El panorama debió de ser efectivamente infernal y ahora Simone Marchi, del Instituto de Investigación del Suroeste de Boulder (EE UU), y sus colegas han definido un poco más sus características.
Ya se sabía que los “proyectiles” eran restos formados a partir de la nube de gas y polvo que dio origen a los planetas del Sistema Solar. Lo que concreta el artículo publicado en la revista Nature son las fechas y los tamaños de los cuerpos que nos impactaron, así como su efecto.
Según las concludiones de Marchi, hace entre 4.500 y 4.000 millones de años, recibimos la visita de entre uno y cuatro impactos de meteoritos de más de 1.000 kilómetros, unas dimensiones similares a las del planeta enano Ceres, cuyo efecto habría borrado cualquier posible rastro de vida. Además, entre tres y siete cuerpos adicionales de 500 kilómetros habrían evaporado los océanos existentes entonces. Por efecto de todos ellos, la superficie terrestre se habría fundido, abierto y colapsado una y otra vez, dando lugar a frecuentes erupciones y ríos de magma fundido y a una permanente mezcla y soterramiento de materiales. Esa actividad cambiante apenas ha dejado a nuestro alcance rocas de aquella época. La única excepción son los llamados circones, cuyos escasos ejemplares se han hallado en Groenlandia y Australia.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores han elaborado un modelo a partir del patrón de cráteres lunares, porque allí las huellas del bombardeo se han conservado con mucha más claridad.
En cuanto a la posibilidad de vida en el Hádico, la reducen a organismos que hubieran podido soportar altísimas temperaturas.