Para su comodidad, el artista francés ha esculpido su forma dentro de la gran piedra. Pasará siete días en la misma postura, que recuerda a la del conductor de un automóvil. Para él, su arte trata de un intercambio de las esencias humanas con las de una roca. El compartirá su respiración con la materia inerte y recogerá la humedad que la piedra desprende. Para los espectadores, debe servir para recordar la intemporalidad de la roca y la finitud de la vida humana.

No es la primera vez Poincheval se mete dentro de un objeto para hacer al mundo partícipe de su vena artística. Ha vivido dentro de unan botella de plástico gigante y de la escultura de un oso como la que uno puede encontrarse en los museos de historia natural. Cuando salga de su piedra, planea encerrarse en una urna de cristal para incubar huevos de gallina. Da que pensar.

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Redacción QUO