Recientemente, hablábamos de un nuevo estudio elaborado por la Universidad de Cambridge en el que se concluía que los seres humanos no solo somos un 10% más pequeños que nuestros antepasados, sino que también nuestro cerebro se ha encogido y nuestros huesos se han vuelto menos fuertes.

Los investigadores de Cambridge atribuían esta serie de cambios evolutivos a la alimentación y la agricultura, ya que aunque esta se ha preocupado hasta la fecha de suministrar la comida necesaria, hay un buen número menos de productos de los que comía el hombre de antaño.

Investigando precisamente en el buen comer y las distintas mesas servidas a lo largo de la Historia, hemos echado un vistazo a la mesa medieval, donde los pobres… se lo montaban mucho mejor que los ricos (y que nosotros); disfrutaban de algo de lo que hoy carecemos: una dieta sabrosa y equilibrada con hortalizas, verduras, cereales y frutas.

La mesa medieval

La mesa del campesino del medievo (siglo XII), era altamente nutritiva.

Los pobres, que entonces eran el 90% de la población de Europa, tenían una dieta mucho más equilibrada que los nobles y el clero.

Disfrutaban de ‘delicias’ tales como: la carne de castor, gachas de trigo y agua con vinagre.

Ricos platos de pescado

Los platos hechos con pescado fueron las proteínas más comunes, principalmente en la costa. La carne era cara, y por lo general se valoraba más al ganado como herramienta de trabajo. Nadie se comía, por ejemplo, las vacas, pues el ganado servía entonces como una fuerza de trabajo. Tampoco los bueyes.

Sardinas, la carpa, el bacalao, el arenque, las truchas y el congrio eran los pescados más habituales.

Aunque la caza salvaje era muy popular, la mayor parte de carne vino de animales domesticos como el cerdo. Se alimentaban mayormente de aves, e incluso de erizos, castores y ardillas.


Y el castor… cayó en la red

Los peces eran, para los medievales, cualquier tipo de «bicho» que viviera en el agua. A medida que la Iglesia alienta el consumo de estos alimentos se vale de todo: desde camarones a ballenas.

En el norte de Europa, la cola de castor fue saboreada como una auténtica delicia. Los mamíferos marinos, (castores, ballenas, marsopas…) eran pescados para ingerir en los días de ayuno religioso. A los mamíferos marinos les tocó la china por su hábitat, ya que el ser humano justificó su caza debido a que estos animales se pasaban gran parte del día en el agua.

Un plato bien sazonado

Las especias eran uno de los mayores lujos en el Medievo. Los castillos y hombres adinerados podían disfrutar de las especias asiáticas y africanas, como la pimienta, la canela y el jengibre. Sin embargo, en el campo, al alcance de todos, se encontraban especias como:  tomillo, perejil, salvia, mostaza o albahaca.

El anís también fue empleado como un saborizante de pescados y de platos realizados a base de carne de pollo. Sus semillas se crubrían de azúcar para servir carnes confitadas al final de las comidas.

El pan que crece del árbol

En la Península Ibérica las castañas eran tan esenciales que el árbol del castaño se ganó el apodo de «árbol del pan». Fueron una importante fuente de alimento en la Edad Media en varias regiones como el sur de Europa, gran parte de Asia y el Este de Norteamérica. En el sur de Europa, por aquel entonces, aquellas comunidades que carecían de cereales para elaborar harina, lo sustituían por castañas como fuente principal de carbohidratos.

Ha sido y es, un alimento con un importante aporte calórico. Son ricas en vitamina C, minerales, proteínas y grasas. En nuestro país fue muy utilizada en el medievo, por ello tantas canciones populares dedicadas a la castaña.


A la rica gacha

Estas papillas espesas se elaboraban a base de cereales cocidos con otros cereales o legumbres en agua, leche o una mezcla de ambas. Los médicos lo aprobaban como medicamento, ya que se creía que la comida cortada, cocida o picada era bueno para aligerar la digestión. Las gachas se solían cocinar en un caldero metálico con carbón, o calentarse en un recipiente de barro -más barato-, añadiendo piedras calientes hasta que hervían. Los hornos para cocerlas se hicieron populares en toda Europa. En Gran Bretaña las usaron para alimentar a los presos, por eso que la expresión de irse a «hacer gachas» (doing porridge) se convirtió en sinónimo de una condena de cárcel.

El pan nuestro de cada día

Aunque para el hombre de hoy esa frase ha caído en desuso y cada vez tiene menos significado, para el hombre de la Edad Media consituía un alimento básico en su dieta diaria. Además, el cereal (habitualmente elaborado como pan) era una de las ingestas más comunes entre todas las clases sociales. Se estima que su consumo en el medievo pudo ser de 1 kg a 1,5 kg por persona y día.

Sí bien tanto la clase alta como la clase baja comían pan, sí había diferencias entre las versiones que cada uno de ellos podía degustar.

El cereal más empleado en Europa en el medievo era el trigo, el cual se considera uno de los cereales más nutritivos. Su empleo era el que marcaba el estatus en la escala social: las harinas de trigo pasadas por refinería se reservaban para la elaboración del pan blanco de las clases altas, mientras que las clases más bajas de la sociedad comían las harinas menos refinadas, obteniendo un pan más negro y con mayor contenido de salvado.

Fruta fresca

En el norte de Europa, las frutas más comunes fueron: la fresa, la manzana y la pera. En el sur, uvas, higos y naranjas. Los ricos las usaban para conseguir un sabor agridulce de los platos salados. Los pobres comían la fruta directamente del árbol, sin tan siquiera lavarlas.

Vegetales

Antes del descubrimiento del Nuevo Mundo no habia tomates, patatas o maíz. La solución fue que conformarse con garbanzos, coles, remolachas y guisantes (considerados una fuente principal de proteínas). La col, las espinacas y las zanahorias eran despreciadas por los ricos, pero los pobres se alimentaban de ellas en sopas.

Los ingredientes para hacer las gachas o las sopas mediavales eran: espinacas, acelgas, cebollas, coles, ajos, garbanzos, zanahoria, coles, guisantes y habas.

Los cubiertos

Cuando llegó a París, la princesa bizantina Teodora causó escándalo cuando en una cena utilizó un objeto extraño para comer: un tenedor. Entre los pobres, la costumbre era comer con las manos o acercarse el plato a la boca. Los que veís en la imagen son los tenedores usados por algunos en el medievo. Quizás, viendo el tamaño del mango del tenedor, que bien serviría para rascarse la espalda, entendamos porque no los usaban mucho…

Las bebidas: vino, vinagre y cerveza

El agua potable era más bien escasa, y existía un alto riesgo de enfermedad. Por tanto, las bebidas alcohólicas eran las preferidas y además, consideradas sanas y nutritivas. El vino (de uva, arándanos o pera) era habitual en el sur de Europa. El proceso de fermentación era similar a la actual, simplemente diluido en agua. Por su parte, la cerveza, antes del descubrimiento de la levadura, se echaba a perder en pocos días. Se consumía fresca y era mucho más oscura. El vinagre era la bebida de los menos favorecidos económicamente. No tenían acceso al vino, por ello idearon beber vinagre diluido con agua, que fue utilizado para matar los gérmenes.