No meterse objetos en los oídos es siempre un buen consejo. Incluidos los bastoncillos para las orejas o cualquier otra cosa que aunque no llegue al interior del canal auditivo, pueda empujar cera que sí llegue hasta ahí.
De hecho, el consejo de la Academia Americana de Otorrinolaringología es evitar meterse absolutamente nada en los oídos, a menos que se quiera correr el riesgo de pérdida de audición o perforarse un tímpano.
Un efecto secundario menos conocido de introducir objetos extraños en los oídos es un reflejo automático de la tos, apodado «reflejo de Arnold» por el hombre que lo describió por primera vez, Friedrich Arnold, un erudito alemán del siglo XIX.
Entonces, ¿qué tiene que ver exactamente el canal auditivo con la tos?
Todo se reduce al nervio vago, que es un largo nervio que se extiende desde el cerebro hasta el torso y conecta con el corazón, los pulmones y otros órganos a lo largo de su recorrido. Entre otras cosas, toca la parte superior del oído, ayuda a controlar la laringe y se extiende hasta el estómago y los intestinos inferiores. El nervio vago realiza todo tipo de funciones esenciales que nos permiten hacer nuestra vida cotidiana, desde hablar hasta comer, respirar, orinar y también controlar el reflejo de la tos.
A la sección particular que se extiende a su canal auditivo se le llama nervio de Arnold y es responsable de procesar el sentido del tacto. Si algo se introduce en tu oído en profundidad, puede estimularlo y confundir a nuestro cerebro haciéndole creer que tenemos algo en la garganta, lo que le obliga a toser en un intento equivocado de eliminar el irritante.
Pero también funciona al revés
Una irritación en la garganta, como una úlcera o un tumor, puede llegar a hacer sentir un dolor en el oído ya que el nervio glosofaríngeo enviará esas sensaciones al cerebro, pero el cerebro al no saber de dónde viene la sensación ni cómo interpretarla lo hace como dolor de oído.
Eso sí, la la cantidad exacta de presión necesaria para desencadenar esta respuesta variará de persona a persona, así que no esperéis a tener tos para dejar de meteros cosas en los oídos porque puede pasaros una factura muy cara.
Fuente: PubMed
Esther Sánchez