la esfera privada ha dejado de ser exclusiva de la mu­jer, pero al hombre todavía le cuesta seguir el paso a la compañera. Hay cosas que nunca cambian. Ella continúa cargando con dos terceras partes de las tareas de la casa, incluso si trabaja más horas o tiene más ingresos. Por otra parte, su principal surtidor de masculinidad sigue siendo el deber de mantener a su familia, y se siente fracasado si no lo consigue.
A pesar de sus esfuerzos por ajustar su vida profesional con la familiar, el hombre se siente siempre en el punto de mira y ve poco reconocimiento. Considera un agravio que para él no exista la opción de abandonar el trabajo para cuidar a su familia sin ser degradado socialmente.

Redacción QUO