Según cálculos realizados por la Sociedad Española de Matemáticas, la probabilidad de ganar en la lotería cualquier premio que no sea el reintegro, es de 1 entre 100.000. La cosa se complica más si se trata de acertar los seis números de la primitiva, ya que la probabilidad en este caso se sitúa en 1 entre 13,9 millones. Y la de que nos toque el euromillón es de 1 entre 116,5 millones. Con estos datos está claro que el hecho de que nos toque uno de esos premios millonarios es poco menos que un milagro. Y no digamos ya la posibilidad de que nos toque dos veces.
Pero, aunque parezca imposible, hay gente a la que le ha ocurrido. El primer caso conocido sucedió en el territorio de Yukón, en Alaska, a finales del siglo XIX, en plena fiebre del oro. En 1890, uno de los mineros que vivían en la pequeña localidad de Fort Smith se hizo inmensamente rico sin necesidad de encontrar ningún filón de oro: le tocaron dos boletos en dos sorteos distintos de la lotería canadiense.
Por muy insólita que suene la historia anterior, no se trata de un caso aislado, y tenemos ejemplos de ello en tiempos más recientes. Así, en 2011, una mujer canadiense llamada Ann Lepine ganó un premio de 7,6 millones en la lotería de su país. Lo que no impidió que, años después, su esposo ganara 8 millones de dólares en el mismo juego. Aunque en este caso, la explicación tal vez se deba a que esta pareja estaba obsesionada con la lotería, llegando a jugar 300 boletos a la semana.
Pero no todo el mundo cree en la suerte. Es el caso de Richard Lustig, un tipo tan afortunado que ha resultado ganador de la Powerball, la lotería de Estados Unidos, ¡nada menos que en siete ocasiones! Aunque el dice que todo es resultado de una estrategia que consiste en escoger personalmente los números, habiendo investigado antes si han resultado premiados o no, alternarlos cada semana… Y, sobre todo, comprar tantos boletos como uno se pueda permitir.
¿Azar o estrategia? Seguro que a los ganadores eso les da un poco igual.
Vicente Fernández López