Un fragmento de basura espacial del tamaño de una uña puede atravesar a un astronauta de lado a lado”, asegura el profesor Juan Manuel de Faramiñán. El problema es que muchas agencias no cumplen con la obligación internacional de registrar cualquier objeto que sea lanzado al espacio, precisamente para evitar la responsabilidad por los daños que pudieran causar, incluso cuando dejan de funcionar. El incógnito se generaliza en satélites espías y militares.
Redacción QUO