Puede que mamá te quiera mucho. Tanto, que sus mimos y lametones terminen por desgastarte la cabellera. Philip Knowling, del zoo británico de Paignton, nos cuenta que ese fue el destino de Daniel y Reggie, las dos crías de la efusiva babuina Jill. “Pero les volvió a crecer a las pocas semanas de independizarse”, añade. Y, según Juan Rejas, profesor de veterinaria de la Universidad de León, “en perros también se dan casos de alopecia por lamido continuado de la madre, si bien las causas del mismo no están claras”. Pero se pasa.
Igual que puede pasarse la vena autodestructiva del periquito que abre este reportaje. Semejante actitud está provocada por una sensación de soledad. “Los loros son animales muy especiales, dependen mucho de su dueño, al que pueden llegar a considerar su compañero sentimental”, explica Ana López Beceiro, profesora de cirugía animal de la Universidad de Santiago de Compostela. Un ataque de desamor o de celos y ellos solos se provocan un estado de desnudez que la naturaleza no suele depararles. “Ni siquiera la caída de plumas por zonas es habitual en las aves. Al fin y al cabo, les resultan indispensables para sobrevivir”, destaca López.
Me han dibujado así
Aunque hay otros casos en los que la falta de una envoltura natural se presenta como una condición crónica. Algunos nacen, viven y mueren al descubierto. “Los casos de alopecia congénita se deben a mutaciones en los genes. Así, se han creado razas de perros sin pelo, como el desnudo mexicano o el crestado chino, a partir de la selección y el cruce de ejemplares que mostraron esa alopecia congénita por mutación espontánea”, explica el profesor Rejas. Una de esas razas es el viringo peruano. Como su temperatura corporal llega a los 40 grados, para compensar la falta de aislamiento térmico que les proporciona el pelo, se les atribuyeron desde épocas muy antiguas propiedades curativas. Y así se fomentó aún más su expansión. Hoy en día la calvicie animal sigue teniendo un extraño atractivo para algunos. Por eso han aparecido los gatos esfinge, cubiertos por un vello apenas perceptible, o variedades de ratas sin pelaje alguno. Ellos sí que podrían dejarse lamer sin límite por sus mamás.
Redacción QUO