En la Cueva de la Buena Pinta ha aparecido un molar de Rupricapra rupricapra, rebeco. Aprovecho para que Diego -nuestro herbivorista- me explique la diferencia del diente con el de Capreolus capreolus, el corzo, de tamaño similar. Diego me aclara que el rebeco es un pequeño bóvido, con dentición menor incluso que la de la Cabra montés. Una vez más, disfruto aprendiendo; es una gozada trabajar con paleontólogos.
Belén, Rosa y yo tenemos una apasionada discusión sobre una lasca de hueso, de un gran hueso, que podría estar retocada intencionalmente. De natural escéptico como soy, veo el retoque pero no la intención; me parecen golpes al objeto de partir el hueso longitudinalmente. Reconozco que el hueso en cuestión resulta mosqueante.
Acordamos hacer una práctica al respecto. Perfecto, pues, para obtener un hueso de este tamaño, deberemos comernos un buen chuletón de buey. Excusa perfecta para comer carne roja, tan deliciosa como desaconsejable por razones de salud. ¡Todo sea por la ciencia! Cuánto sacrificio, exponer nuestros cuerpos a tanto riesgo por el bien de la humanidad (sirva un poquito de guasa para desengrasar). Continuar leyendo »
Redacción QUO