ASÍ SE MENEA EL CEREBRO
La planificación de los movimientos se produce en el lóbulo frontal. La corteza premotora y el área motora evalúan las señales de ubicación espacial procedentes del lóbulo parietal. Estas dos zonas se comunican a su vez con la corteza motora primaria, que determina qué músculos hay que contraer y cuánto; además, envía las instrucciones, a través de la médula, a los músculos. Por su parte, los músculos envían señales de retorno al cerebro. El cerebelo utiliza la retroalimentación de los músculos para ayudar a mantener el equilibrio y perfeccionar los movimientos. Los ganglios basales recogen la información sensorial de la región cortical. Por ultimo, transmite la información por el tálamo a las áreas motoras.
– Los músculos. El área premotora decide qué músculo entra en acción y si se mueve correctamente.
– Emoción. El sistema límbico es donde residen las emociones que se expresan al bailar. Es lo que distingue la danza de otros movimientos coordinados.
– Control. El lóbulo frontal vigila el control muscular.
– Palabras. El área de Broca, directamente relacionada con el lenguaje, se activa mientras bailamos. Así lo indican varios escáneres cerebrales hechos a bailarines en acción.
– Sonidos. El lóbulo temporal interpreta los sonidos en colaboración con la corteza auditiva, que es la encargada de integrar el oído con el resto de los sentidos implicados.
– Memoria. El hipocampo, donde reside la memoria, es fundamental en el baile. A largo plazo, para recordar los pasos y darles fluidez. La denominada “de trabajo” guarda la información necesaria para movernos por períodos breves.
– El equilibrio. El cerebelo es el centro del control corporal y el equilibrio. En definitiva, es una especie de director de orquesta que recoge la información procedente de otras áreas cerebrales y la organiza para ejecutar los movimientos.
– Los ojos. El lóbulo occipital interpreta las imágenes y las introduce en el mapa cerebral del bailarín.
– Plano de situación. El lóbulo parietal recibe la información sensorial e influye en la ubicación espacial, loq ue permite al bailarín adecuar sus movimientos al espacio disponible. Aquí se encuentra el precuneo, donde reside el mapa de nuestro cuerpo y se integra en el espacio que nos rodea.
Redacción QUO