Es muy fácil ser un superhéroe si tu ADN ha sido alterado por la picadura de una araña radiactiva (Spider-Man), si tu planeta natal te ha dado superpoderes (Superman) o si un extraño experimento te pone verde cuando te enfadas (Hulk). Casi todos los mitos heroicos siguen esta línea argumental desde la Antigua Grecia; todos ellos eran hijos de alguna deidad. En el presente, cuando la condición de semidiós ha sido reemplazada por un origen extraplanetario o una mutación genética, hay escasos ejemplos de los que son hijos del vecino de al lado. Batman es la excepción. El hombre murciélago no levita, carece de músculos de acero y su cuerpo no alberga ningún secreto científico. El caballero oscuro se sirve de la tecnología para cumplir su función social. Es una especie en peligro de extinción. Junto a Daredevil, Robin y el Zorro, son probablemente los únicos personajes 100% humanos en todo el panteón heroico. Para sus gestas se sirven de una tecnología que, hasta ahora, parecía fuera de nuestro alcance. Hasta ahora. La ciencia está dando los primeros pasos para dotarnos de estos poderes: invisibilidad, regeneración, mayor fuerza y resistencia. Bienvenidos al mundo de las proezas sobrehumanas.
Hasta el infinito y más allá
Una reciente encuesta asegura que entre todos los poderes, los seres humanos elegimos casi siempre los mismos: volar y ser invisibles. Lo de volar… convengamos en que es difícil de lograr sin tecnología, y de escaso mérito si todos fuéramos por ahí levantando el vuelo con un cohete a las espaldas. Pero para trasladarse en instantes de una punta a otra del planeta basta con tener los contactos correctos. Y posiblemente, esperar algunos años, diría Ignacio Cirac, el científico español que trabaja en el Instituto Max Planck e investiga las posibilidades de teletransportación (una habilidad propia del Nightcrawler). Cirac ha logrado transferir información (en rigor, un estado cuántico) a medio metro de distancia (antes ya se había conseguido, pero solo enviándola a milímetros). Lo interesante es que se ha hecho entre objetos de distinta clase; desde un haz de luz hasta átomos de cesio. “Lo que hacemos”, nos cuenta Cirac, “es básicamente enviar propiedades. Imaginaos dos cajas, una verde y otra blanca. Desde la verde enviamos la propiedad del color a la blanca, que se transforma en verde al instante. Bien, ahora imaginaos que las cajas son átomos. Eso es lo que hacemos; transferimos las propiedades de unos a otros. Pero pensar en teletransportación humana, por ahora es ciencia ficción”. Y entonces, ¿para qué sirve esta tecnología? Cirac nos da la clave: “Este conocimiento nos permitirá revolucionar el campo del traslado de información y la criptología. No existirán los cables, solo un emisor y un receptor. De este modo, la información que se envía por teletransportación cuántica no puede ser copiada, pirateada… ni siquiera detectada. No se puede interceptar sencillamente porque nunca está en tránsito”. Parece magia: pero realmente es ciencia.
Aunque, si la teletransportación te produce jet-lag o prefieres que ningún familiar político te reclame –“ahora que te teletransportas no tienes excusa para dejar de visitarnos”–, lo tuyo es la invisibilidad, como nuestra héroe Susan Storm, la mujer invisible. Su poder hasta hace poco era imposible de ver y de alcanzar. Pero la nanotecnología ha cambiado esto, y ahora ya sabemos la clave. Para comprenderla en términos muy básicos es preciso una lección introductoria de óptica. La luz permite ver los objetos y las personas debido a que “choca” contra ellos y, al no poder atravesarlos, refleja sus contornos. Por lo tanto, la única posibilidad para alcanzar la invisibilidad plena y sin trucos es manipular la luz. Y esto es lo que consiguieron en la Universidad de Granada. Los profesores Jorge Portí, Alfonso Salinas y Juan Antonio Morente han creado un simulador que logra que una señal electromagnética (la luz) rodee un objeto sin rebotar en él. Por ahora es una simulación que recrea las condiciones físicas en las cuales los objetos serían invisibles, pero es la semilla en la que investigan distintos grupos.
Redacción QUO