El escritor William Somerset Maugham no se planteó si era supersticioso hasta que (tal y como cuenta Jeffrey Meyers en Somerset Maugham: A life) en un viaje a China una mendiga a la que le negó una limosna le lanzó una maldición. Desde ese día, colgó en su escritorio un símbolo contra el mal de ojo, lo cosió en la ropa y lo dibujó en sus manuscritos.
Redacción QUO