Necesitas saber qué ocurrió en el segundo episodio de la cuarta temporada de Perdidos? La cadena ABC, propietaria de la serie, tiene la temporada completa disponible en su página web (en inglés, claro). El problema es que solo la podrás ver si resides en EEUU. Algo frustrante para canadienses, británicos, australianos y millones de internautas angloparlantes, que no tienen más remedio que esperar a que se edite el DVD en su país, o recurrir a las redes P2P (redes que no tienen clientes ni servidores fijos, muy utilizadas para compartir archivos). Mientras, los estadounidenses pueden verla gratis.
La televisión está viviendo una era dorada de las series. Producciones como Perdidos, House, Los Soprano y Mujeres desesperadas atraen a espectadores de todo el mundo. Al mismo tiempo, la distribución de vídeo en internet crece exponencialmente, y las productoras y cadenas ya comienzan a aprovecharla para alcanzar una audiencia global. A primera vista, es una combinación ganadora. Más público en todo el mundo significa más ventas de DVD, y mayores posibilidades de que las cadenas de televisión de otros países compren las series para su emisión. Sin embargo, la situación actual es muy diferente.
Si desde España se intenta acceder a la página de la BBC para ver su famoso (y muy divertido) programa de motor Top Gear, el internauta se encuentra con este mensaje: “En la actualidad, los programas de BBC iPlayer TV solo están disponibles en Reino Unido”. ¿Un episodio de la serie policíaca 24 en la página de Fox? Imposible. ¿Quieres ver uno de Héroes en NBC.com? Mala suerte. En la plataforma de vídeo Joost no se pueden ver las películas completas que ofrecen a su público estadounidense, y en el sitio de vídeo Hulu.com, el gran lanzamiento del año, no se muestra ni un solo vídeo a los inmigrantes digitales que no tengan “visa”.
Licencias sin pasaporte
La primera de las razones esgrimidas para restringir los contenidos es la gestión de las licencias. No es igual el permiso para un pase (en televisión) que la licencia bajo demanda. Cuando un vídeo se encuentra disponible en internet, la productora considera que hay emisión bajo demanda, por lo que habrá que pagar aparte. Para colmo, algunas de estas licencias obligan a un pago por el número de emisiones del contenido, por lo que cada nuevo internauta que vea el vídeo, o escuche la música, representa un gasto más para el propietario de la página.
Además, muchas licencias tienen restricciones territoriales, con lo que el contenido sólo se puede emitir en un país o región. Lo que a menudo requiere una distribución por separado, como con las zonas de los DVD. Los propietarios del contenido imponen la misma regla en internet, y las plataformas de distribución se ven obligadas a respetar la licencia o enfrentarse a una demanda. La excusa de la cadena pública BBC es diferente. Puesto que se financia con una cuota que pagan todos los habitantes de Reino Unido que tengan un aparato de televisión, no permite que los contenidos lleguen a quienes no han pagado un penique por ellos.
Otro motivo poco comentado es el coste de la emisión. Transmitir vídeo o música a través de la red es caro para la página, por el ancho de banda que consume. Las cadenas prefieren limitar sus gastos asegurándose de que la audiencia está controlada, sobre todo cuando muchas de estas plataformas de vídeo, como YouTube, aún no son rentables.
Precisamente, la rentabilidad tiene mucho que ver con la publicidad que aparece en los vídeos. Un anuncio de Taco Bell, la famosa cadena de comida mexicana con miles de franquicias en EEUU (y muy pocas fuera), no tiene sentido en otros países. El anunciante demanda que su publicidad llegue a los consumidores potenciales; de otro modo, no está dispuesto a pagar.
Redacción QUO