Es más, Apple ha conseguido que sea muy fácil crear programas. Por solo 99 dólares se puede descargar el kit de desarrollo de software y tener acceso a las funciones del teléfono. Así pues, hay centenares de miles de widgets disponibles, y cualquiera puede crear la que le apetezca: juegos para estallar pompas, un cerebro humano en 3D que puedes ver por dentro, una brújula… Imagina lo que quieras y, si no existe, lo puedes crear.
Lunes 7:25
He empezado a usar una aplicación llamada Senderos. Registra mi camino, la altitud y la velocidad a la que voy a trabajar, a buscar a los niños, etc. Mi objetivo es encontrar la ruta más corta y más rápida. Hoy he conseguido un nuevo récord en el trayecto desde el trabajo a casa.
En el último año, muchas otras compañías han puesto en marcha sus tiendas de aplicaciones para teléfonos, como la OVI de Nokia y la Android de Google. Ninguna registra el volumen de tráfico que tiene la tienda del iPhone, pero la mayoría de los analistas piensan que la tecnología de Apple no seguirá siendo el principal proveedor de aplicaciones a largo plazo: Android ofrece mucha más libertad a los desarrolladores, por lo que es previsible que capte a los millones de usuarios que no tienen un Mac, lo que les aleja del iPhone.
Palm también tiene una gran tradición en el desarrollo de aplicaciones; los usuarios de Blackberry están acostumbrados a las especialmente diseñadas para sus terminales, y Nokia, con legiones de leales clientes en Europa, ha creado ya su tienda y ha abierto su herramientas a desarrolladores de todo el mundo. Microsoft no tardará en subirse al carro.
Sábado 4:30
Estoy en una cafetería jugando con mi teléfono, y de repente descubro un parpadeo sobre el logo de mi App Store. Pongo mi dedo sobre ese logo y hago clic sobre él dos veces: como premio por buen cliente, puedo bajarme MyVibe, un interesante software que requiere un periférico. En realidad es un vibrador sexual que no estoy muy seguro de si mi mujer permitirá que me descargue.
La capacidad para usar estos programas en casi cualquier contexto abre la posibilidad de que se produzcan cambios profundos en la forma de navegar por el mundo, comunicarse y absorber la información.
Este fenómeno tiene más o menos un año de edad, pero tal es su importancia que los investigadores ya están siguiéndolo de cerca. Sherry Turkle, en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, estudia la relación de la sociedad con la tecnología. Turkle asegura que estos dispositivos: “Pueden convertirse en un apéndice de nuestro propio cuerpo y nuestra mente. Intervienen en nuestras relaciones sociales y nuestras emociones”.
David Chalmers, un filósofo en la Universidad Nacional de Australia en Canberra, está de acuerdo: “Estos teléfonos inteligentes se están convirtiendo en un depósito de nuestra memoria, deseos y creencias”.
Domingo 2:30
Voy a comer con mis padres. Al terminar, me doy cuenta de que no tengo el teléfono en el bolsillo. Me sobreviene el mismo sentimiento que me embargaría de haber perdido una extremidad. Afortunadamente, mi portátil sí está a mi lado. Lo enciendo y pongo en marcha un programa llamado MobileMe, con el que puedo localizar mi iPhone. Está en casa. Respiro aliviado.
A principios de año hicieron una encuesta en Chicago a 1.000 usuarios de widgets. Más de un tercio dijo que no podría ya vivir sin ellas. “Ocupan un lugar significativo en nuestra vida diaria”, explica Michael Winnick, de la consultora Gravity Tank, autora del estudio. “Algunos incluso dicen percibir las aplicaciones como una extensión de su cerebro.”
Redacción QUO