Los investigadores parecen estar de enhorabuena. Tras 67 años de esfuerzos y millones de dólares invertidos en la investigación del parásito Plasmodium falciparum, responsable de la enfermedad de la malaria, por fin parece que han encontrado un hallazgo ‘sorprendente’, según califican los investigadores, que podría ayudar a su erradicación.
Este hallazgo no es otro que la estrategia utilizada por el Plasmodium para invadir los glóbulos rojos. Según explican los investigadores del Instituto Wellcome Trust Sanger en el estudio publicado en la revista Science, el parásito usa un solo receptor –basigin– en la superficie de los glóbulos rojos para infectarlos. La otra pieza del puzzle es la proteína letal que transmite el Plasmodium denominada PfRh5, la cual es determinante en el rápido y eficaz proceso de contaminación. Si el portador es un insecto como un mosquito, tras picar e introducir el parásito en el organismo humano, el Plasmodium estará instalado en nuestro hígado en menos de cinco minutos.
Es en este proceso de contaminación del parásito en el que se han centrado los investigadores británicos, ya que es cuando aparecen los primeros síntomas de la enfermedad. Según afirma uno de los investigadores para la revista Nature: «Hemos sido capaces de bloquear por completo la invasión utilizando métodos diferentes. Usando anticuerpos para bloquear esta interacción logramos detener la invasión a los glóbulos rojos«.
Ahora el objetivo es crear una vacuna que pueda ‘luchar’ contra la proteína PfRh5 del parásito Plasmodium. Según uno de los más incansables investigadores de la malaria, el profesor Adrian Hill, quien lleva investigando el parásito más de 25 años, el hallazgo es ‘sorprendente’. Según él, hasta ahora, todos los intentos de bloquear al parásito provocaban que este buscara otra vía para acceder a los glóbulos rojos y contaminarlos. «Ahora queda por ver como se consigue aplicar este descubrimiento en una vacuna, pero el PfRh5 está ahora en el primer lugar de la lista de investigación», agrega el catedrático de la Universidad de Oxford.
Redacción QUO