Primero fue el huevo, y ahí se acabó la discusión. Punto y pelota. Según el genetista británico J. B. S. Haldane, «el hecho de que nos lo sigamos preguntando demuestra que hay mucha gente a la que no se les ha enseñado la teoría de la evolución o que no se la han creído«.
Resolviendo el misterio…
Más clarito imposible. Teniendo esto en cuenta, la respuesta parece ser solo una. Intentemos resolver el caso con las premisas de Haldane, la teoría de evolución y un poquito de deducción Holmes a ver si ahora nos cuadra y dejamos la primera gallina mitológica de la historia para los cuentos. Por un lado, las aves evolucionaron a partir de los reptiles, por lo que la primera gallina de la historia debió salir de un huevo… que puso un señor (señora en este caso) ave.
Pero, ¿Qué es un huevo?
Tú los pones en tu sartén, les añades un poco de sal, un chorrito de vinagre si eres de la vieja usanza y listo. Pero un huevo es algo mucho más complejo que el hambre y las patatas fritas calientes no nos permiten analizar mientras estamos con la paleta en la mano. De hecho, si nos ponemos a discutir sobre huevos con un biólogo, te dará otra versión de su significado.
Para un biólogo, un huevo es un óvulo, esa pequeña y maravillosa célula reproductora femenina que cuando es fertilizada por el esperma, se convierte en embrión. Si recordamos nuestras clases de ciencias naturales, recordaremos a las simpáticas células sexuales conocidas como «gametos«, y tanto el óvulo como el espermatozoide son de esta clase de células. Cuando se produce la fecundación, estos se fusionarán entre sí para formar el cigoto o «huevo fecundado».
En el caso de la gallina, dos pequeñas células se unen en el «punto germinal» o blastodisco, un punto de encuentro que consiste en una capa de células derivadas del núcleo y del citoplasma del óvulo fecundado donde se forma la yema. Esta, proporciona la mayoría de nutrientes necesarios para el «pollo en formación».
El huevo, a fondo
Como sabemos, la yema está rodeada por el albumen (clara), que aunque sea también nutritiva, su objetivo no es la alimentación del pollo, sino ser la protectora de la yema, la cual se sostiene en el centro por dos delicados hilitos enrollados conocidos como «chalazas».
Cubriendo la clara está nuestra amiga la cáscara, a la que tan aficionados estamos a golpear contra la encimera. Como sabemos, las cáscaras pueden ser blancas o de color pardo. Está compuesta en su mayor parte de carbonato de calcio, ¿os suena este material?» Es el mismo con el que están hechos los esqueletos y los comprimidos contra la indigestión», afirma el cómico John Lloyd.
Vayamos más allá con el huevo. Tócale. Nota su textura porosa ¿Por qué es así? por algo bastante lógico: para que al pollo en formación le entre aire y pueda respirar. Este aire se almacena en un pequeño ‘compartimento’ de aire que se encuentra entre la yema y la cáscara. Aunque no te lo creas, el pollo monta este sarao en un solo día: separa cada parte del huevo con membranas construyendo un «huevo cledoico» y ¡tachán! ahora solo queda crecer dentro de la ‘base’.
Otra curiosidad más: al parecer los granjeros tienen un truco para saber de qué color pondrá la gallina el huevo. Para saberlo, nos acercaremos sigilosamente a la gallina y le miraremos los lóbulos de las orejas. Si estos son rojos, los huevos serán pardos y si los lóbulos son blancos, los huevos que dé la gallina serán también blancos.
Si eres de los que conserva medio limón en la nevera del paleolítico, junto con un yogur caducado y un huevo, habrás visto otro efecto: si el huevo está guardado durante mucho tiempo, tanto la clara como la yema se secan, momento en el que absorben todo el aire que había en el interior del huevo. De ahí, que los huevos floten cuando están podridos.
¿Las mujeres producen huevos?
No se rían todavía, por favor. En el año 1826, Karl Ernst von Baer, el biólogo estonio que fue pionero en mirar el semen de cerca, ‘demostró’ que las mujeres sí producen huevos como lo hace cualquier otro animal. Para hacerlo, estudio el semen de forma microscópica (fue el primero en hacerlo), y cuando analizó los resultados creyó ver en cada espermatozoide un homunculus (hombre en miniatura). Ya pueden reírse.
No fue hasta finales del s. XIX cuando se demostró que el embrión se formaba gracias a la unión de un óvulo y un espermatozoide. Ya, casi a principios del XX, August Weismann descubriría que cada uno de ellos contenía tan solo la mitad de genes que sus progenitores.
Al próximo que te pregunte que si fue antes el huevo o la gallina, no te olvides de azotarle con la sartén evolutiva ¿me pasas la sal?.
Redacción QUO