Año 2051. Está usted desgustando un sabroso chuletón y le pregunta al camarero si se trata de un chuletón de Ávila. «Sí, señor», le contesta el maître muy ufano, «criado en los Laboratorios Sansegundo». La perspectiva de comer algún día carne generada artificialmente sobre una placa de petri no es tan lejana. Varios laboratorios llevan años trabajando en la idea y algunos aseguran que ya podrían empezar a producir este tipo de carne a menor coste que la de pollo, pero que les falta el apoyo económico.
El cultivo comienza con una primera célula que se divide sucesivamente hasta generar grandes cantidades de tejido muscular. En las nuevas factorías cárnicas los tejidos musculares se desarrollarían en unos tanques de gran tamaño denominados biorreactores, en los que la carne crecería durante semanas. El resultado sería carne a bulto, carne que nunca ha ramoneado por una pradera ni ha pasado por ningún establo, pero carne al fin y al cabo.
El sistema se enfrenta a algunos problemas como el hecho de que las células musculares necesitan estimulación y ejercicio, algo que los científicos tratan de emular con impulsos eléctricos. El inconveniente más serio es hacer esto a gran escala y que resulte rentable. Los defensores de esta tecnología aseguran que sería otra alternativa para afrontar el aumento de la población mundial o el impacto de la ganadería en el medioambiente del planeta y evitaría el sufrimiento de millones de animales hacinados en granjas. Cuando le dicen que el método es poco natural, el ingeniero estadounidense Paul Kosnik sostiene que es tan poco natural como lo pueda ser el yogur o «como meter a 100.000 pollos en jaulas y suministrarles una buena dosis de antibióticos».
En la misma línea, el grupo ecologista PETA ofrece un millón de dólares a la primera empresa que comercialice carne de pollo in vitro en 2012.
Redacción QUO