En el principio, lo de crecer, multiplicarse y morir fue cosa de células aisladas. Sin embargo, en algún momento de la historia, la evolución debió de encontrar una ventaja en la cooperación de varias y empezó a favorecer organismos formados por grupos cada vez mayores de ellas.
Sabemos que no se trató de un acontecimiento único, sino que se ha producido en al menos 25 ocasiones en los últimos mil millones de años. Y ahora estamos más cerca de conocer los detalles de la transición, ya que un grupo de investigadores de la Universidad de Minnesota (EEUU) acaba de reproducirla en un laboratorio. Michael Travisano y Will Ratcliff han logrado en sólo dos meses que células individuales de levadura formen cúmulos que se comportan como un organismo.
Según explican en un artículo publicado en la revista PNAS, realizaron cultivos de células y las dejaron multiplicarse durante un día. Después tomaron grupos de las mismas y los colocaron en cultivos diseñados para favorecer la supervivencia de agrupaciones más grandes y los cultivaron durante otro día. Tras repetir el proceso 60 veces, se dieron cuenta de que se habían formado cúmulos, en forma de copos de nieve, que no estaban agregados al azar, sino que habían surgido de la división celular. Como consecuencia, todas las componentes de un grupo tenían la misma información genética.
Pero lo más importante era que esas células cooperaban entre sí por un bien común. Algunas de ellas se suicidaban y otras esperaban a reproducirse en los momentos precisos que garantizaban al grupo un tamaño siempre óptimo para la supervivencia común. Ese altruismo es característico de los organismos pluricelulares, como puede apreciarse en nuestro propio cuerpo: una compleja estructura ofrece el soporte necesario para que un mínimo porcentaje, óvulos o espermatozoides, transmitan la información genética a la siguiente generación.
Con este experimento los investigadores han demostrado que el paso evolutivo de organismos unicelulares a pluricelulares pudo surgir en mucho menos tiempo del esperado. Además, el estudio puede tener implicaciones mucho más “prácticas” para nosotros, ya que esos procesos de sincronización para que unas células sustituyan a otras y regulen su proliferación están muy relacionados con los mecanismos subyacentes al envejecimiento o al cáncer.
Pilar Gil Villar