Los fragmentos de madera que caen al fondo del mar se convierten en auténticos oasis de salvación para una multitud de organismos marinos. Estos se alimentan a base de sustancias químicas procedentes de fumarolas frías y calientes del fondo marino. En el largo recorrido entre ellas, toman sus tentempiés en los troncos putrefactos, según han comprobado Christina Bienhold, del Instituto Max Planck de Microbiología Marina, y su equipo.
Pilar Gil Villar