La botánica Catherine La Farge tiene la fijación de rescatar plantas raras o en peligro de extinción para nutrir su herbolario en la Facultad de Ciencia de la Universidad canadiense de Alberta. Con ese afán ha logrado juntar y conservar en un archivo espectacular sus más de 222.000 especies de plantas, musgos, líquenes, hongos y otras joyas de la botánica.
Pero nunca imaginó que asistiera a la resurrección de musgos que llevaran 400 años bajo el hielo. Para ella, el deshielo de los graciares de todo el mundo como fruto del calentamiento global no es una alegría pero sí una oportunidad. La última la ha aprovechado y lo ha hecho tan bien que ha merecido la publicación de su artículo en la prestigiosa revista PLOS.
En realidad, el rebrote de estos musgos no ha sido espontáneo sino que La Fargue les ha hecho, digamos, el boca a boca. Las ha conducido a su laboratorio desde una isla del Ártico canadiense llamada Ellesmere y ha logrado reproducir en invernadero unas condiciones óptimas para lograr su deshielo y rebrote progresivos. Aparte de la hazaña botánica de esta investigadora, su hallazgo de restos de musgos «latentes» en las zonas que los glaciares han dejado paso a la vida rompe con la creencia de que los vegetales que surgen alrededor de estas zonas recién «liberadas» son todas especies «modernas» que han encontrado un nuevo suelo para germinar.
Pero no es así: el trabajo de la Universidad de Alberta demuestra que hay organismos capaces de «dormitar» durante los entre 400 y 600 años que ha dirado la cobertura del hielo ártico –lo saben por la datación por radiocarbono–. Así han logrado devolver por ahora 11 especies a la vida en condiciones de laboratorio.
Redacción QUO