Nacida en San Sebastián (Guipúzcoa), estudió biología en Madrid y se marchó a EEUU Cuando la fuga de cerebros aún no era una tendencia impuesta por las circunstancias, ella ya intuyó un futuro más prometedor para su vocación investigadora en tierras estadounidenses. Estudiaba cuarto de biología y solicitó puestos de doctorado en varias universidades americanas. La respuesta favorable llegó dela Universidad del Estado de Nueva York en Albany, donde aterrizó en 1990. Desde entonces entregó su esfuerzo a escudriñar el nivel más básico de nuestra maquinaria como organismos: los procesos que transforman los genes en proteínas que hagan funcionar las células.
Una vez obtenido su doctorado, afinó aún más el objetivo de su trabajo al asumir un puesto en el Instituto Nacional del Envejecimiento (NIA), institución en la que continúa en la actualidad. Mientras tanto, se casó con un médico (que ha escrito un libro de poesía infantil sobre nombres de dinosaurios, traducido por ella) y se convirtió en madre de cuatro hijos.
Nos encontramos con ella en Madrid, donde ofreció la conferencia plenaria L’Oréal-Unesco For Women in Science durante el XXXVI Congreso de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM).
P ¿Cómo empezó su interés por el envejecimiento?
R Al ingresar en el NIA, comencé por investigar la respuesta al estrés celular, en un grupo que comparaba cómo las células jóvenes y las viejas responden de forma distinta, cada vez con menos intensidad. Tras cuatro años, se abrió otro puesto al que opté, tuve suerte y me lo dieron. Y allí he seguido desde entonces estudiando la base molecular y celular del envejecimiento.
P Si mi padre vivió cien años en muy buenas condiciones ¿yo también los voy a vivir?
R No se sabe el porcentaje en que influyen la genética y el entorno, pero muchos expertos en envejecimiento dicen que lo mejor que puedes hacer para vivir muchos años es elegir bien a tus padres. Es broma, claro, pero el componente genético de tus padres te puede permitir responder mejor a sustancias tóxicas del medio ambiente, o a los rayos del sol, por ejemplo.
Eso sí, con esa base uno puede hacer cosas para envejecer mejor o peor.
P ¿Qué tipo de cosas?
R Hay algunas muy sabidas, como reducir el tiempo de exposición al sol, no fumar. En mi instituto existe una conciencia muy fuerte de que hay que ejercitar tanto la mente como el cuerpo, según el lema de que “lo que no se usa, se pierde”. Y, también como prevención, se está estudiando consumir menos proteínas en la dieta, porque se oxidan más. En mi familia, por ejemplo, somos todos vegetarianos.
Otra de las líneas de investigación apuesta por reducir la cantidad de calorías que se ingieren. Aunque en humanos no se ha investigado muy bien, los ratones de laboratorio pueden llegar a vivir el doble.
P ¿Gastando igual?
R Los ratones que hacen ejercicio en la jaula tienen mejores resultados. Pero además, en nuestro instituto el Dr. Rafael del Cabo está estudiando ese fenómeno en primates, y se ha dado cuenta de que la calidad de la dieta también influye. En experimentos en que los monos comían la cantidad que querían, aquellos con una dieta saludable vivían más tiempo que los que recibían una dieta peor. Ahora está realizando esa comparación con restricción de calorías.
P No era tan importante comer menos, sino elegir mejor la comida.
R Sí. Además se detectó que se obtenían mejores efectos cuando a los ratones se les reducían las calorías de forma intermitente, por ejemplo, un día sí y otro no. Aunque la cantidad total ingerida en la semana fuera la misma y los animales no variaran su peso. Se piensa que el efecto beneficioso viene del estrés que sufre el animal cuando no encuentra comida. Ese estrés provoca muchos cambios fisiológicos que tienen un efecto positivo para la salud.
P ¿De forma que el estrés en pequeñas dosis puede resultar favorable?
R Sí. Parece que te va inmunizando, prepara tu cuerpo. Hay una palabra, hormesis, que va a esa idea: pequeños estreses van preparando al organismo para enfrentarse a otros tipos de estrés fuerte , por ejemplo, una angina de pecho.
P ¿Cómo podríamos aplicar esas ventajas de la restricción calórica?
R Existe mucho interés en desarrollar sustancias que imiten los efectos de la restricción calórica para obtener el mismo beneficio sin el esfuerzo. Fármacos que te permitan comer lo que quieras, pero hagan creer al organismo que has ingerido menos.
P ¿Y la idea de que los alimentos antioxidantes frenan el envejecimiento?
R Pues es un poco mito, no está demostrado rigurosamente. Como concepto está bien en un tubo de ensayo donde tienes los componentes de la manzana y un oxidante. Puede ser bueno para el aparato digestivo,en contacto con los alimentos, pero sus componentes llegan ya muy procesados a los tejidos del pulmón o los riñones, al nivel en el que harían falta.
P Otra línea de investigación tiene que ver con los “remates” de nuestros cromosomas, los telómeros.
R Sí. Cada vez que una célula se divide, esos extremos de los cromosomas se hacen más cortos. Si la célula está sana, cuando sus telómeros alcanzan un tamaño crítico, decide no dividirse más y entra en lo que llamamos senescencia celular. La célula está viva, pero no da lugar a otras, los tejidos no se regeneran. Por otro lado, si esa célula ha sufrido algún tipo de daño, éste no se propaga. La senescencia celular es uno de mis campos de investigación.
P ¿E intentáis encontrar una forma de que las células se regeneren sin causar, por ejemplo, tumores?
R Exactamente. Es un equilibrio difícil de encontrar. Una de las fronteras actuales del envejecimiento es comprender la función de esas células senescentes que todos tenemos y, a medida que nos hacemos mayores, se acumulan en los tejidos. En experimentos con ratones se ha visto que, si no se produce la senescencia, se evitan algunos problemas asociados a la edad, como las cataratas,la pérdida de tejido adiposo y la atrofia muscular.
Algo que sí se sabe es que las células senescentes secretan sustancia que degradan su entorno celular. Si hay muchas en un tejido, este puede volverse más permeable y permitir, por ejemplo, que las células cancerígenas se propaguen por él con mayor facilidad. También existe la hipótesis de las sustancias que segregan las células senescentes pueden favorecer la tendencia a la inflamación en personas mayores, un factor que también fomenta la aparición de cáncer, o artritis, o la pérdida de masa muscular.
P De forma que la senescencia es un proceso común al envejecimiento y ciertas enfermedades.
R Es un continuo, el envejecimiento fisiológico gradualmente suele llevar a una patología. La finalidad de lo que hacemos no es prolongar la edad, sino el estado saludable todo lo posible, que no tengas que padecer una enfermedad crónica durante 40 años.
Pilar Gil Villar