La historia de nuestros primeros ancestros recibe hoy una buena sacudida. Tres artículos distitos, dos en Science y uno en Nature, nos informan de que el género Homo puede tener 400.000 años más de lo que se creía y que uno de nuestros primeros abuelos, el H. habilis, pasa el listón de dicho género por el tamaño de su cráneo, pero su mandíbula lo envía varios puestos atrás en la rama que nos separó de los chimpancés.
Vayamos por partes. En las primeras páginas del extenso álbum familar que desembocó en nosotros, conocíamos la existencia de la famosa Lucy, un Australopithecus afarensis que vivió en la actual Etiopía hace más de tres millones de años. Pero después encontrábamos muchísimas páginas en blanco (o con escasos fósiles muy mal conservados) hasta nada menos que casi un millón de años más tarde, cuando empezamos a contar con restos que sí reconocemos como pertenecientes a nuestro linaje.
Ese gran vacío originaba cuestiones muy interesantes, como si los cambios evolutivos que llevaron a la aparición de los primeros Homo estuvieron provocados por el calentamiento global de aquella época o si “piedra trabajada que pertenece al África de esas épocas fue obra del Australopithecus o de otra especie”, según apunta José María Bermúdez de Castro, que no ha participado en los estudios mencionados.
Pues bien, el descubrimiento de parte de una mandíbula inferior con cinco dientes en la zona de Ledi-Geraru (Etiopía) ha venido a llenar una de esas páginas en blanco. Uno de los artículos de Science, con Kaye Reed de la Universidad Estatal de Arizona como primer autor, nos dice que su portador debió de vivir hace entre 2,8 y 2,7 millones de años. Y debió de ser un Homo, porque la mandíbula proporcionada, los molares estrechos y los premolares simétricos son también característicos de otros representantes del género, como el H. habilis, y no aparecen en especies más alejadas, como la de Lucy.
En cuanto a si su aparición se debió al calentamiento de la época, el segundo artículo de la prestigiosa revista busca pistas al respecto en los fósiles de animales encontrados cerca de la mandíbula. El equipo de Erin DiMaggio ha estudiado los restos de un antílope, un hipopótamo, un elefante prehistóricos, cocodrilos y peces. Han visto que todos ellos tendían a vivir en hábitats muy abiertos, con pastos y matorral bajo que indican un entorno árido, pero según Reed “aún es pronto para afirmar que esto indique que el cambio climático es responsable del origen del Homo. Necesitamos una muestra mayor de fósiles de homininos y por eso seguimos buscando en Ledi-Geraru”.
Bermúdez de Castro considera el hallazgo de esta mandíbula “un paso importante en la búsqueda del genero Homo entre los 3 y los 2 millones de años”, aunque apunta que, a la hora de analizar la dentición, es más importante la relación de tamaño de los diversos dientes entre sí, que el de cada uno de ellos.
Y cuestión de dientes es también la otra gran investigación del día. Un grupo de investigadores de primera línea publican en la revista Nature un nuevo estudio de un viejo fósil. Se trata de la muestra de referencia del Homo habilis, formada por fragmentos de cráneo, la mandíbula y una mano encontrados hace 50 años por Louis Leakey en la Garganta de Olduvai, en la actual Tanzania.
[image id=»68082″ data-caption=»Reconstrucción del cráneo de H. habilis. © Philipp Gunz, Simon Neubauer & Fred Spoor» share=»true» expand=»true» size=»S»]Fred Spoor y sus compañeros han utilizado la tomografía computorizada y técnicas de imagen en 3D para “reparar” virtualmente los desperfectos que había causado el enterramiento y han obtenido resultados sorprendentes. Si bien la capacidad craneana es mayor de lo que se sospechaba –entre 700 y 800 cc–, la forma de la mandíbula es muy alargada. Es decir, debía de sobresalir mucho hacia delante en la cara, un rasgo más característico de especies más primitiva en nuestro linaje. El ejemplar de Olduvai se parecía pues más a Lucy que a un Homo erectus.
En un comentario que une los tres estudios, Fred Spoor ha asegurado que “al explorar digitalmente la apariencia real del Homo habilis podíamos deducir la naturaleza de su antecesor, pero no había fósiles del mismo. Ahora, la mandíbula de Ledi-Geraru ha aparecido como por encargo, y apunta a un eslabón evolutivo plausible entre el Australopithecus afarensis y el H. habilis”.
Habrá que seguir excavando para rellenar adecuadamente el resto de páginas en blanco en nuestro álbum.
Pilar Gil Villar