Todos hemos sentido alguna vez soledad, algo que más que sentimientos efímeros de tristeza. Los médicos saben desde hace tiempo que la soledad se asocia no sólo con una enfermedad crónica, pero también con la muerte. Sin embargo ahora, se comienza a desentrañar porqué sucede, al descubrir que el aislamiento social pone a nuestro cuerpo en el modo de «lucha o huida»,. Esto desencadena una cascada de eventos que en última instancia alteran la producción de células blancas de la sangre (leucocitos), que nos deja vulnerables a la enfermedad.
Este estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Chicago, se basa en realidad en trabajos anteriores del mismo grupo. La investigación previa señalaba que el aislamiento social, o la soledad, se asocia con cambios en la expresión de genes que favorecen aquellas modificaciones relacionadas con la inflamación, mientras reducen aquellos vinculados a las respuestas antivirales. Aunque la inflamación ayuda a sanar, si las respuestas inflamatorias son inapropiadas en realidad pueden causar más daño que provecho, damnificando las células. Básicamente, las personas solitarias tenían una respuesta inmune menos eficaz y una mayor inflamación que las menos solitarias.
En esta última investigación, los expertos comenzaron a profundizar en el fenómeno llamado CTRA (respuesta transcripcional a la adversidad conservada), en los seres humanos examinando la expresión de genes en los leucocitos, las células del sistema inmunológico que están implicadas en la protección del cuerpo contra las bacterias y los virus.
Los leucocitos de los humanos y macacos solitarios mostraron los efectos de la CTRA: aumento de la expresión de genes implicados en la inflamación y disminución de los genes relacionados en las respuestas antivirales.
Pero el trabajo reveló nuevos datos. La soledad resultó ser un predictor de la expresión génica CTRA a largo plazo, un año o más. Los resultados eran específicos y propios de la soledad; ni la depresión o el estrés podían explicarlos.
Por si fuera poco, el aislamiento, reduce la capacidad de reaccionar ante enfermedades, como el VIH o dolencias crónicas, dejando al sistema inmune debilitado para enfrentarse a cualquier nueva infección. La investigación se ha publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
Juan Scaliter