El 4 de septiembre, Dios Mediante, la Iglesia católica tendrá una santa nueva, la madre Teresa de Calcuta. El proceso se completará en un tiempo extremadamente corto,en comparación con el que históricamente se ha tomado la Iglesia en estos menesteres. Pero no es un caso extraño, más bien revela una tendencia: cada vez se nombran más santos, y más deprisa, fundamentalmente por los cambios en el proceso que se han impuesto durante las últimas décadas. Por ejemplo, Juan Pablo II, él solo, hizo un número similar de santos que todos los papas del siglo XX, y beatificó a más personas que en todo el resto de la centuria.
Una novedad sustancial en el proceso tuvo lugar en 1983. Hasta entonces eran necesarios dos milagros atribuidos por un panel de expertos a la persona en cuestión, pero desde entonces solo hace falta uno. La madre Teresa habría pasado el corte de cualquier manera, pues tiene varios en su haber. Incluso 11 años después de muerta intercedió para curar a un hombre brasileño con varios tumores cerebrales, según admitió el Papa Francisco hace un año.
Otro tipo de milagro es conseguir la documentación y los testimonios necesarios para beatificar a alguien, un paso previo a la canonización con el que se permite la veneración del beatificado en el culto católico. Es un trabajo que se hace desde las bases de la organización y que, una vez materializado en un dossier, se envía al Papa para que tome su decisión. La elección de los santos de la Iglesia era bastante menos rígida antes de 1234, que fue cuando se acordó que hace falta la aprobación formal del Papa.
Una regla obsoleta que tampoco se tendrá en cuenta la canonización de la madre Teresa data de 1917. La norma indica que debe transcurrir al menos medio siglo entre la beatificación y la canonización, una frontera temporal establecida para descartar impostores y asegurar que los santos eran productos de una vida santa, y no de la popularidad alcanzada en vida. Santa Teresa ha pulverizado las estadísticas: murió e 1997, fue beatificada en 2003 y será santa en 2016.
Parece que hacer santos es una tarea cada vez más habitual y rápida. Según los datos del profesor de economía de la Universidad de Harvard Robert J. Barro, cuyo equipo ha analizado el periodo comprendido entre 1590 y 2009, el tiempo que se tardaba de media entre el deceso y la canonización era de 181 años. De ese periodo, 49 años transcurrían entre la beatificación y la canonización. Y no solo se va más rápido, también se ha incrementado el volumen de elegidos, sobre todo porque ya no es necesario que el Papa está presente y es algo puede hacerse en cualquier parte del mundo. Curiosamente, en Roma no es lo habitual cuando se trata de los papas: solo el 30 por ciento ha entrado en tan exclusivo club celestial.
Redacción QUO