Sobre las 14:00 horas, Jan Tauber, científico jefe de la misión Planck, dará la orden de apagar el satélite con el que lleva trabajando más de 10 años. Concretamente, sus transmisores. Esa última medida garantizará que la nave no provoca interferencias con futuras misiones desde su lugar de retiro: una órbita de aparcamiento alrededor del Sol.
Esa jubilación llega tras cuatro años y medio al servicio de la Agencia Espacial Europea. Su principal logro: realizar el mejor mapa hasta ahora de los orígenes del Universo. Concretamente, la panorámica más precisa de cómo se distribuía la radiación procedente del Big Bang 380.000 años después de este. Esa radiación, conocida como Fondo Cósmico de Microondas (CMB por sus siglas en inglés), nos permite deducir cómo se distribuía la materia según sus distintas densidades y, por tanto, a partir de qué tipo de estructuras fueron surgiendo las estrellas y galaxias actuales.
Además, ha realizado el catálogo más completo de los cúmulos más grandes de galaxias y de las aglomeraciones más frías y densas de materia de la Vía Láctea, una especie de depósitos gélidos de material en los que pueden formarse estrellas en el futuro. Sus datos han rectificado la edad del Universo, cifrada ahora en 13.800 millones de años, así como las proporciones que atribuíamos a su receta: su contenido en materia oscura es del 26,8%, más de lo que pensábamos, mientras la materia “normal” –la que compone los planetas y estrellas– consituye sólo el 4,9% y la energía oscura (la fuerza que supuestamente impulsa la aceleración del Universo) un 68,3%, menos de lo que se creía.
Sin embargo, es muy probable que el Planck continúe beneficiándonos tras su jubilación: el análisis de la ingente cantidad de información recogida dará lugar a diversos estudios, de los que podría derivarse, por ejemplo, la confirmación de la llamada aceleración, una rapidísima expansión del universo producida inmediatamente después del Big Bang.
Este final se produce sólo dos días después del término de otra importante misión de la Agencia Espacial Europea, la del satélite GOCE, que ha pasado cuatro años estudiando la gravedad de nuestro planeta. Su contribución ha permitido crear un modelo único del geoide y nos ha proporcionado valiosa información sobre la circulación oceánica y los límites entre la corteza y el manto terrestre. Dentro de dos semanas, reentrará en la atmósfera, donde se desintegrará, aunque algunos fragmentos pequeños podrían caer a la Tierra.
Pilar Gil Villar