En muchas partes del mundo es una práctica habitual la creencia en la brujería, esa “capacidad de ciertas personas para provocar daño a otras”, explica Boris Gershman, profesor de la American University y principal autor del estudio publicado Journal of Development Economics. Se trata del primer estudio económico a gran escala para explorar las creencias en la brujería, definida como el uso de técnicas sobrenaturales para dañar a otros o adquirir riqueza y cómo se relacionan estas creencias con la erosión del capital social.
Durante mucho tiempo se ha argumentado que las creencias de brujería impiden el progreso económico y obstruyen las relaciones sociales. El análisis estadístico de Gershman apoya esta teoría. Para llegar a dicha conclusión, este profesor ha analizado los datos de 19 países del África subsahariana en las que esta creencia está extendida y los comparó con información de 23 naciones (de Asia, Europa, África del Norte y Oriente Medio) en las que la brujería no se considera real.
Los resultados muestran tanto el obstáculo que representa la creencia en lo sobrenatural para el desarrollo de una nación como la importancia de la cultura local a la hora de llevar a cabo proyectos de desarrollo, especialmente aquellos que requieren un esfuerzo común o cooperación. para Gershman “la educación puede contribuir a un ambiente con niveles más altos de confianza y ayuda mutua, en la medida en que ayuda a promover una visión del mundo racional y reduce la atribución de cualquier desgracia en la vida a las fuerzas malignas sobrenaturales de otras personas en la comunidad. La creencia en la brujería puede ser una manera de mantener el orden en la sociedad, pero definitivamente no es la mejor manera. Se convierte en unaobligación para ajustarse a las normas locales, ya que cualquier desviación puede dar lugar a una acusación.» Este tipo de conformidad forzada bajo el miedo conduce a la inmovilidad e interfiere con la acumulación de la riqueza y la adopción de innovaciones.
Juan Scaliter