Los ojos del hombre que veis en la imagen parecen transmitir recuerdos de una época muy muy lejana. Nada menos que 9.500 años. Hasta ahora, su cráneo era conocido como la Calavera de Jericó. Expuesto en el Museo Británico, se encontró en 1953 en Cisjordania (Palestina). La calavera se halló en muy buen estado, gracias a que alguien se había afanado en enyesarlo con anterioridad, una práctica muy común en antiguos ritos funerarios, ya que la cabeza se enterraba en un sitio y el resto del cuerpo cerca del hogar familiar.
[image id=»86530″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]A pesar de la gran definición que han conseguido de su rostro con la tecnología, no sabemos mucho de él. Solo que murió de adulto y que debió ser un hombre notable en su época. Según Alexandra Fletcher, del Museo Británico, «no podemos saber exactamente por qué su cráneo, o el resto que había enterrados cerca de él, fueron enyesados. Pero, probablemente, algo que hicieron estos hombres en su vida, les llevó a intentar ser recordados tras su muerte».
Un grupo de arqueólogos ha conseguido reconstruir su rostro con una tecnología de rayos X para crear imágenes en 3D. Dicha tecnología aportó numerosos datos para reconstruir su cara, además de información sobre el hombre misterioso, como que se había roto la nariz y que en su infancia le alargaron la cabeza, con toda probabilidad, para mantener los cánones de belleza del Neolítico.
[image id=»86531″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]No obstante, los científicos quieren saber más sobre la Calavera de Jericó y esperan poder extraer una muestra de ADN que les aporte más datos, como el color de sus ojos y el de su cabello. Como explica Fletcher, no es una tarea sencilla, ya que «la preservación de su ADN en restos humanos antiguos podría ser escasa para obtener esta información».
Fuente: seeker.com
Redacción QUO