Pompeya fue una próspera ciudad romana que acabó siendo destruída por la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era. Fue el volcán el que exterminó a sus habitantes pero, ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Syddanks, en Dinamarca, revela que la salud de los pompeyanos estaba siendo minada por un asesino silencioso: el antimonio.
Diversos estudios ya habían descubierto evidencias de que la contaminación por plomo era algo habitual entre los habitantes del imperio romano. Y la fuente de esta intoxicación eran los conductos que llevaban el agua a las ciudades. Con el tiempo, la acumulación de dicha sustancia en el organismo humano acababa afectando a los riñones y al sistema nervioso.
Pero los análisis realizados a restos de tuberías encontradas en la ruina de Pompeya han revelado la presencia de un compuesto mucho más tóxico que el plomo: el antimonio. Se trata de un elemento químico que aunque, paradójicamente, se utiliza como tratamiento contra algunos parásitos, puede resultar muy dañino para la salud humana cuando la exposición al mismo es continuada.
La intoxicación por antimonio provoca en el paciente vómitos y fuertes diarreas, pero también afecta a los pulmones, a los riñones y al corazón, y puede acabar provocando un fallo cardíaco fatal. Las pruebas realizadas detectaron la presencia del antimonio en concentraciones de 3.600 micrógramos. No es una cantidad demasiado alta, pero la exposición continuada a la misma si pudo hacer que muchos pompeyanos enfermaran rápidamente.
Pero, ¿por qué han aparecido restos de antimonio en Pompeya y no en las tuberías de otras ciudades romanas? Los investigadores dicen que se debe a la proximidad del Vesubio, ya que este compuesto se produce naturalmente cerca de los volcanes.
Vicente Fernández López