En 2003, durante unas excavaciones realizadas en el desierto de Atacama, aparecieron estos extrañísimos restos. Se trataba de un rarísimo esqueleto con el cráneo totalmente alargado, al igual que su mandíbula. Además, solo tenía diez pares de costillas, cuando los humanos tenemos doce. Pero lo más llamativo de todo era su minúsculo tamaño, ya que cabía en la palma de una mano.
Fueron muchos los que quedaron fascinados por este hallazgo, y no fueron pocos los que dejaron volar su imaginación, creyendo que podía tratarse del esqueleto der una criatura alienígena. Y también hubo quien afirmó que se trataba de una falsificación. Pero, ahora un estudio genético realizado por la Universidad de Stanford ha aclarado el enigma. Los restos son auténticos, pero su origen no es extraterrestre.
Los investigadores lograron extraer una muestra de ADN de una de sus costillas, y gracias a ella han podido averiguar que se trata de un feto humano (concretamente de una niña) con unas 22 semanas de vida. También han podido descubrir que sufría mutaciones que afectaban a los genes COL1A1, COL2A1, KMT2D, FLNB, ATR, TRIP11 y PCNT, y que suelen dar como resultado malformaciones en el cráneo y en otras partes del cuerpo. Lo cual explica su extraño aspecto.
Anteriormente, ya habían aparecido numerosos cráneos alargados. Pero en la mayoría de los casos se debía a prácticas rituales de algunos pueblos antiguos. Pero, en esta ocasión el esqueleto pertenecía al feto de una niña que no llegó a nacer por las múltiples deformidades que sufría.
Fuente: LiveScience.
Vicente Fernández López