La historia comienza en 2011 cuando tres estudiantes del laboratorio de robótica de la Universidad Ben-Gurion (Israel) querían trabajar con el lenguaje de programación de código abierto ROS, que significa «sistema operativo de robot», pero no podían permitirse el robot en el que ejecutar el código debido a su precio. Los robots autónomos con cuatro ruedas y un kit completo de sensores (cámaras 3D, sensores ultrasónicos de distancia, láser pulsado LiDAR), pueden alcanzar hasta € 100.000. La opción más viable fue crear su propia empresa y hacer ellos mismos los robots. Así nació RoboTiCan, una startup que redujo el precio de robots avanzados al 15% del precio anterior.
La nueva creación de RoboTiCanse llama The Rooster (El gallo en inglés) y está destinado a zonas de emergencia o catástrofe con el objetivo de llegar a las víctimas ubicadas donde no es seguro enviar a un trabajador de rescate.
Rooster recibió su nombre por la capacidad de estas aves para caminar y volar cuando es necesario: la mayor parte del tiempo se desplaza por el suelo, pero cuando se encuentra con un obstáculo, puede volar. La mayoría de los robots de búsqueda y rescate pueden caminar o volar, pero no ambos, lo que significa que pueden quedarse atascados o que están a demasiada altura como para buscar supervivientes. Rooster, en cambio, es un ave muy dura. Está “enjaulada” por una malla protectora que le permite caer hasta desde 6 metros y seguir funcionando.
Pero no es esto lo que hace único a Rooster. Son las comunicaciones del robot las que realmente lo diferencian. Un equipo de Roosters puede ser implementado simultáneamente por un solo operador y establecer su propia red inalámbrica para que puedan hablar entre sí y con el operador a una distancia de cientos de metros. No hay necesidad de una conexión móvil lo que resulta vital en una situación de emergencia. Así, el operador de un Rooster puede enviar uno de ellos a la zona más complicada y luego otro que hará de “puente” para extender el alcance de la señal.
Juan Scaliter