Cuanto más frío es el clima, más grande y ancho suele ser el tórax de las personas que viven en dichos parajes. Así lo ha confirmado una investigación internacional en la que ha colaborado el Museo Nacional de Ciencias Naturales y que corrobora que el ser humano también sufre adaptaciones biológicas para sobrevivir en climas extremos.
Los animales de climas muy fríos tienen a ser más grandes y voluminosos que los que viven en climas cálidos, que suelen ser más esbeltos. Pero algunas teorías postulaban que esa regla no se cumplía en el ser humano, ya que este era capaz de sustituir con adaptaciones culturales (aprendiendo a construir viviendas más cálidas, fabricando ropa de abrigo…), las adaptaciones biológicas que serían necesarias para poder sobrevivir al frío.
Los investigadores realizaron mediciones del tamaño y volumen del tórax humano tanto en poblaciones que habitaban en ambientes fríos como en otras que lo hacían en climas cálidos. Y comprobaron que los del primer grupo lo tenían más grande.
Aunque hubo también diferencias entre los miembros del primer grupo. Así, por ejemplo, el tórax de los habitantes de Groenlandia tendía a ser mayor que el de quienes vivían en Tierra de Fuego. Los investigadores lo achacan a que los segundos están más cerca del ecuador que los primeros.
Los resultados del estudio viene a confirmar que las adaptaciones biológicas para sobrevivir en climas fríos también se producen en el ser humano.
Fuente: SINC.
Vicente Fernández López