Las hormigas son insectos eusociales, un nivel de organización social en el que hay diferentes castas, los adultos colaboran en el cuidado de las crías y se pueden hallar diferencias en la longevidad de acuerdo con la casta. Debido a ello, sobre todo en insectos, las diferencias en las habilidades individuales se organizan en función de lo que beneficia a la colonia como un todo y no como individuo. Un grupo de científicos, liderados por Sean O’Donnell, han propuesto la hipótesis de que esta selección a nivel de colonia puede conducir a diferentes tamaños de cerebro en hormigas trabajadoras, dependiendo de las demandas cognitivas que les impone su función en la colonia.
Para evaluar esta posibilidad, los autores compararon el tamaño del cerebro y del cuerpo de 109 hormigas obreras y 39 guerreas (o Eciton) en ocho especies y subespecies diferentes. Las conclusiones, publicadas BMC Zoology, señalan que, aunque las guerreras eran más grandes que las obreras, el tamaño de su cerebro no era significativamente diferente.
O’Donnell sugiere que, debido a que las tareas específicas y limitadas que cumplen los soldados les imponen demandas cognitivas limitadas, la inversión en el desarrollo del tejido cerebral también es limitada. “Las guerreras son morfológicamente distintas, más grandes que sus compañeras de nido, pero también diferentes en términos conductuales: tienen un repertorio de acciones más simple. Nuestros hallazgos respaldan la idea de que los comportamientos simples de las guerreras permiten una inversión reducida en el desarrollo del cerebro”.
“Creemos que este es el primer estudio que explora la posibilidad de reducir la inversión cerebral en los miembros del grupo social, con las ventajas evolutivas acumuladas a nivel de colonia, a pesar de los posibles costas cognitivos para los individuos”, concluye O’Donnell.
Los hallazgos sugieren que como el desarrollo y mantenimiento del tejido cerebral es costoso para un solo organismo y para las colonias de hormigas en su conjunto, la selección natural a nivel de colonia favorece una menor inversión en tejido cerebral en soldados que tienen menos demandas cognitivas que otros trabajadores.
Juan Scaliter