En 2003, el Plan de Emergencia para el Alivio del SIDA (PEPFAR por sus siglas en inglés) inició su compromiso de invertir unos 10.000 millones de euros para enfrentarse a este síndrome. La iniciativa “tuvo un impacto sin precedentes en la pandemia de VIH y SIDA”, de acuerdo con el New England Journal of Medicine.
Pero, ¿cómo lo sabemos realmente? Sí, las tasas de VIH han disminuido, con la excepción de unos pocos países, pero ¿podemos decir que los programas financiados por PEPFAR en los países con la mayor prevalencia de VIH y SIDA fueron responsables de ello? Después de todo, las tasas de mortalidad infantil por el SIDA cayeron en los países subsaharianos, que no recibieron fondos del PEPFAR.
Donna Spiegelman, la primera (y hasta ahora única) bioestadística en recibir el Premio Pioneer, una especie de medalla dorada en el mundo de la estadística, se unió a Deborah Birx, directora de la División de VIH/SIDA de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para intentar responder a esta pregunta.
Spiegelman se centró en 10.000 clínicas que ejecutan lo que ellos llaman PMTCT (siglas en inglés de prevención de la transmisión de madre a hijo), del SIDA. En ello el PEPFAR había invertido más de 200 millones de euros, solo en Kenia, entre 2004 y 2014.
”La idea básica – explica Spiegelman en la presentación que se llevará a cabo en la Reunión Anual de Estadísticas –, era ver si la mortalidad infantil disminuía a medida que aumentaba el financiamiento. Los resultados fueron bastante dramáticos. Las provincias en las que más se había invertido tenían un 30% menos de mortalidad infantil que aquellas en las que menos se había invertido. El gasto redujo significativamente la mortalidad infantil, salvando las vidas de muchos niños kenianos. Hemos demostrado, y rigurosamente, que la inversión en PEPFAR cumplió su promesa”.
Juan Scaliter