Las flores necesitan ser visibles a los insectos por lo que reflejar la luz resulta fundamental para ellas. Pero cada una tiene una estrategia evolutiva diferente. Algunas solo tienen pigmentos en la parte superior y eso se debe a que crecen casi a ras del suelo y no les compensa el gasto energético de teñir ambos lados de los pétalos. Otras, en cambio, al tener un tallo más alto, necesitan atraer a los insectos desde arroba, pero también desde los lados y por ello todos sus pétalos muestran colores atractivos para insectos polinizadores.
Desde hace tiempo se sabe que hay genes implicados en la coloración de las flores, pero nunca se había hecho un estudio para comprender cómo los pigmentos tiñen las flores a rojo, azul o amarillo. Casper van der Kooi, científico de la Universidad de Groningen, Holanda, ha publicado un estudio en Proceedings of the Royal Society B, que responde a esta incógnita.
“En las flores, los pigmentos están organizados en capas – explica Van der Kooi – . La concentración y ubicación de estos pigmentos junto a la estructura de la flores, afecta al color final. Somos los primeros en estudiar este fenómeno y ha sido posible gracias a la colaboración de físicos y biólogos interesados en la luz y el color”.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores realizaron un modelo matemático que describía cómo la estructura de las flores afectaba el reflejo de la luz y a los pigmentos y los aplicaron a diferentes plantas. A esto le unieron el estudio del sistema visual de los insectos. No todas las plantas reflejan la luz con la misma intensidad, algunas un 20 y otras un 50%. Y esto es una estrategia evolutiva, de acuerdo con Van der Kooi: “El sistema visual de los insectos es capaz de corregir diferencias en la intensidad, algo muy útil cuando salen de un bosque oscuro a un prado iluminado. Por ello detectan las flores por la saturación de colores y no por el brillo. Las flores han aprendido esto”.
El hallazgo tiene importantes implicaciones para apicultores, que podrán seleccionar flores más acordes a las condiciones de su entorno y para quienes cultivan flores. Pero también ayuda a explicar el porqué de los colores. “Nuestro trabajo – concluye van de Kooi – muestra cómo las diferentes condiciones de luz, por ejemplo en un prado y en un bosque, han llevado a que las flores “elijan” distintos tonos para tentar a los polinizadores que desean”.
Juan Scaliter