Más de 1.500 años atrás, un tratado médico chino mencionaba a la Artemisia annua como uno de los posibles 43 tratamientos contra la malaria. Esta planta fue utilizada en numerosos tratamientos por la medicina tradicional china, pero fue a finales de los años 1960 cuando la medicina comenzó a investigar en ella a partir de los hallazgos de la científica Tu Youyou, quien en 2015 recibió el Nobel por su descubrimiento del principio activo artemisina, eficaz en el tratamiento de la malaria.
Pese a que la Organización Mundial de la Salud asegura que ha empezado a observarse resistencia a la artemisinina en Plasmodium falciparum (el parásito responsable de la malaria en humanos) y desaconseja explicitamente su uso exclusivo, la planta parece esconder otros secretos.
Una reciente investigación señalaba que era capaz de regenerar las células beta pancreáticas en personas diabéticas. Y ahora un estudio publicado en Nature Chemical Biology habla de su potencial para tratar la tuberculosis. El trabajo, dirigido por Robert Abramovitch, de la Universidad Estatal de Michigan y experto en tuberculosis, explica que la artemisinina detuvo la capacidad de las bacterias causantes de la tuberculosis, Mycobacterium tuberculosis, de mantenerse en estado latente. Esta etapa de la enfermedad a menudo hace que el uso de antibióticos sea ineficaz.
«Cuando las bacterias de la tuberculosis están latentes – explica Abramovitch en un comunicado –, se vuelven altamente tolerantes a los antibióticos. Bloquear esto hace que sea más sensible a los fármacos, reduciendo los tiempos de tratamiento».
Actualmente un tercio de la población mundial está infectada con tuberculosis, una dolencia que ha causado la muerte de 1,8 millones de personas en 2015, según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades.
La Mycobacterium tuberculosis, o Mtb, necesita oxígeno para reproducirse. El sistema inmunológico intenta evitar esto reduciendo el aporte de oxígeno. Abramovitch y su equipo descubrieron que la artemisinina ataca una molécula llamada heme, que se encuentra en el sensor de oxígeno de Mtb. Al bloquear este sensor, la artemisinina detuvo la capacidad de la enfermedad para percibir la cantidad de oxígeno que recibe.
«Cuando la Mtb busca oxígeno, entra en un estado inactivo, lo que le protege del estrés de los ambientes con bajo oxígeno – añade Abramovitch –. Si no sabe que los niveles de oxígeno son bajos, no entra en estado latente y muere”.
De acuerdo con este experto, la tuberculosis puede permanecer inactiva durante décadas en el cuerpo, pero si el sistema inmunológico se debilita por cualquier motivo, puede despertarse y propagarse. Ya sea que se despierte o se quede “dormida” la tuberculosis puede tardar hasta seis meses en ser tratada, lo que la convierte en una enfermedad muy difícil de controlar. Su hallazgo podría ser clave para disminuir estos tiempos y, simultáneamente frenar la evolución de la tuberculosis resistente a ciertos fármacos.
Juan Scaliter