La Universidad Carnegie Mellon, en Estados Unidos, se está convirtiendo en un polo de innovación en lo que a baterías respecta.Por un lado se encuentraChristopher Bettinger. Este profesor de ingeniería y biomedicina lleva años buscando una solución a los problemas relacionados con los dispositivos implantables. Desde los años 1970, la medicina ha desarrollado pequeñas píldoras con sensores que permiten obtener información del interior de nuestro cuerpo. El problema es que las baterías en su interior están compuesta de elementos tóxicos que en grandes cantidades pueden resultar perjudiciales para el cuerpo humano.
En un reciente artículo, publicado en Trends in Biotechnology, Bettinger propone dos soluciones posibles. La primera es utilizar el ácido del estómago para activar los químicos presentes en las baterías y el segundo es desarrollar nuevas pilas hechas con componentes orgánicos y biodegradables que no produzcan daños en el cuerpo y, más aún, que estén hechos por elementos que los humanos necesitan, como calcio, sodio o magnesio.
Por otro lado se encuentra Jay Whitacre. Este profesor de ingeniería busca una respuesta más global al uso de baterías en las energías renovables. Prácticamente todas las fuentes, solar o eólica, precisan una batería confiable para aquellos momentos en los que resulta imposible obtener energía del viento o el sol. Pero estas son caras y contaminantes. Whitcare ha creado un nuevo prototipo que se basa en agua salada y otros componentes orgánicos y es tan segura que hasta puede comerse o beberse. Gracias a configuración, esta batería que ya está desarrollando Aquion Energy, acumula la energía durante el día y la libera por la noche. Tanto Shell como Bill Gates se han interesado por ella.
Juan Scaliter