Intentar explicar la naturaleza de las moléculas quirales a menudo es un ejercicio de complejos ejemplos que pueden marear más que aclarar. Quien mejor las ha definido ha sido Walter White, el inigualable profesor de Química de Breaking Bad, quien en el segundo episodio le aseguraba a su clase: “El término “quiral” viene de la palabra griega “mano”. La idea es que, igual que la mano izquierda y la derecha son imágenes especulares, idénticas, pero opuestas, también dos compuestos orgánicos pueden ser imágenes especualares a nivel molecular. Pero, aunque parezcan iguales, no siempre se comportan de igual forma. Por ejemplo, la Talidomida. El isómero derecho de la droga Talidomida es un buen medicamento para la mujer embarazada, ya que evita las náuseas, pero si por error se le da a la misma mujer embarazada el isómero izquierdo de la Talidomida, su niño nacerá con horribles defectos físicos. Así pues, quiral, quiralidad: imágenes espejo. Activo, inactivo. Bueno, malo.”
Hay algunas moléculas quirales, como las enantiómeras, que tienen las mismas propiedades físicas… excepto que interaccionan con la luz de modo opuesto: unas la desvían hacia la derecha (y por eso se llaman dextrógiras), mientras que otras la desvían hacia la izquierda (y se las conoce como levógiras). Los seres vivos suelen preferir una de las dos formas, por ejemplo nuestro ADN está formado por la desoxirribosa, pero en su versión dextrógira. Mientras que la mayoría de los aminoácidos adoptan la versión opuesta. ¿A qué se debe esto? «Está bastante bien establecido – explica Brett McGuire, astroquímico del Observatorio Nacional de Radioastronomía de Charlotesville, en una entrevista a Scientific American – que, una vez que hay un exceso [de una de las quiralidades], la vida prefiere esa. Si, por ejemplo, las dos variantes fuesen comunes en el ADN, sus hebras no enlazarían y seguramente la vida no hubiese llegado muy lejos”. O no hubiese llegado desde muy lejos.
Y de ello McGuire sabe mucho ya que es uno de los autores de un estudio, publicado en Science que relata el descubrimiento de una molécula quiral en el espacio. Se trata de óxido de propileno, avistado en Sagitario B, una nube de gas y polvo cercana al centro de la Vía Láctea. El hallazgo ha sido posible gracias al uso del Green Bank Telescope (GBT) y del radiotelescopio Parkes en Australia. “Es la primera vez que se detectan moléculas quirales en el espacio – señala McGuire –lo que permite dar un salto enorme en la comprensión de cómo se formaron las moléculas prebióticas en el Universo y sus efectos en los orígenes de la vida”.El óxido de propileno es una de las moléculas más complejas que se han detectado hasta la fecha en el espacio. De acuerdo con declaraciones de Brandon Carroll, experto en químico y co-autor del estudio, el hallazgo demuestra que ya había moléculas quirales «mucho antes de que existiesen los sistemas planetarios. Su detección abre las puertas a futuros experimentos para determinar cuando surgió la quiralidad y porqué se prefiere una forma sobre la otra”.
Juan Scaliter