Los científicos saben desde hace tiempo que las cicadélidos (insectos conocidos popularmente como chicharritos o saltahojas), extruyen micropartículas, llamadas brochosomas, y las limpian en sus alas. Debido a que las partículas son superhidrófobas (repelen el agua), las alas de estos insectos se mantienen secas en las condiciones más húmedas. Lo que no se entendía hasta ahora era cómo los brochosomas también permitían que los saltahojas y sus huevos se camuflen para no ser detectados por depredadores.
En un estudio publicado en Nature Communications , un grupo de expertos dirigidos por Tak-Sing Wong, simularon la visión de los insectos y descubrieron que los brochosomas son parte del camuflaje, un material que cubre al insecto y actúa como una superficie antireflectante natural.
Para comprobar esto, el equipo de Wong diseñó unas microesferas sintéticas con orificios a nanoescala capaces de absorber la luz desde todas las direcciones en una amplia gama de frecuencias, lo que las convierte en candidatas para distintos tipos de revestimientos.
«Sabíamos que nuestras partículas sintéticas podrían ser ópticamente interesantes debido a su estructura – explica Wong en un comunicado–. Y, aunque en la naturaleza los saltahojas producen muy poca cantidad de brochosomas, salvamos este obstáculo y logramos observar las propiedades de nuestras nanopartículas en el laboratorio”.
Como un recubrimiento antirreflectante, este material podría tener aplicaciones en sensores y cámaras, donde capturar reflejos de luz no deseados aumenta el ruido en la imagen. También podría ser particularmente útil en telescopios y hasta en paneles solares.
Juan Scaliter