Cuando uno sale del Ene.Museo Nacional de la Energía, tiene la sensación de que ha abandonado una auténtica central térmica de carbón. Lo que se ve y oye, incluso los olores, retrotraen a la frenética actividad de los años 50, cuando la humanidad pensaba que el carbón era eterno y cuando Ponferrada vivía al cien por cien de este mineral. No es raro que el visitante tienda a golpearse la ropa para librarse de un inexistente hollín.
En su recorrido por este museo habrá contemplado la llegada de un tren de vapor con su carga de mineral, habrá visto cómo se trasladaba el carbón y cómo llegaba a las calderas para acabar generando electricidad. Por el camino se habrá sentido acompañado por los mineros y por las mujeres de los mineros (mineras que al casarse dejaban el tajo). Cada sección del Ene.Museo Nacional de la Energía, cuenta con grandes pantallas con personajes que explican la vida diaria en esta central leonesa: son personas reales, en vídeo a tamaño natural, que cuentan sus experiencias según se acercan los visitantes.
El centro es una colección en sí misma, dentro de una filosofía que Esther Aparicio, directora del proyecto, define como una ausencia de “sacralización del objeto”. Todo está ahí, a nuestro alcance, y se puede tocar. Algo similar podríamos decir que ocurre con los interactivos presentes: no están deificados, sino integrados dentro de un museo hecho a la medida humana, un centro para hombres y para mujeres.
Ene.térmica, inaugurada el pasado mes de julio, es solo una de las tres partes del futuro gran Museo Nacional de la Energía de Ponferrada. En 2012 la acompañará Ene.central (un gigantesco museo de ciencia centrado en la energía) y en 2013 Ene.bosque (una reproducción vegetal de esta zona leonesa cuando se formaron los yacimientos de carbón, hace 300 millones años).