Si hay una profesión para la que hace falta tener agallas, esa es la de especialista de cine. Actualmente, los efectos generados por ordenador permiten realizar cualquier proeza en la pantalla. Pero hubo un tiempo no muy lejano en el que cuando un personaje saltaba desde lo alto de un rascacielos o se estrellaba con un coche a toda velocidad, detrás de dicha secuencia había un doble o especialista que se estaba jugando la vida.
Aquí repasamos diez de las secuencias más peligrosas de rodar de toda la historia del cine. Y, por favor, no traten de repetirlo en sus casas.
Máximo riesgo (1993)
Para muchos expertos, esta puede ser la secuencia más peligrosa jamás rodada. Tras atracar un avión que transporta dinero de la reserva federal, el criminal abandona la nave deslizándose por un cable hasta otra aeronave. El especialista realizó toda la escena sin truco alguno y sufrió un tremendo accidente. Al intentar entrar en la segunda aeronave, se golpeó contra el casco y se desprendió del cable que le sujetaba cayendo al vacío. Afortunadamente, no perdió el conocimiento lo que le permitió abrir el paracaídas de emergencia que le salvó la vida.
La gran evasión (1963)
Cuando se menciona esta gran película de John Sturges inevitablemente a todos nos viene a la mente la escena en la que el personaje de Steve McQueen trata de escapar de los alemanes saltando varias alambradas con una moto. Amante de la velocidad y los vehículos de dos ruedas, McQueen se empeñó en rodar la secuencia el mismo, pero no logró saltar el obstáculo y sufrió una aparatosa caída. Afortunadamente no sufrió lesión alguna pero, temeroso de que pudiera fracturarse algún hueso si repetía la escena, lo que inevitablemente retrasaría el rodaje, el director le prohibió intentarlo de nuevo. Al final la secuencia la rodó el propietario de una tienda de motos de Los Ángeles que, de esa manera, entró profesionalmente en el mundo de los especialista de cine. Como curiosidad, señalar que los espectadores que sean muy observadores podrán descubrir al propio McQueen disfrazado de alemán entre la multitud de soldados que persiguen a su personaje. Paradojas del cine.
El héroe del río (1928)
Aquí no hay trampa ni cartón, ni doble alguno, ya que fue el propio Buster Keaton quien se jugó el tipo rodando esta escena, considerada con toda justicia una de las más espectaculares y peligrosas de toda la historia del cine. Tras el paso de un huracán que ha asolado una pequeña ciudad situada a orillas del Missisippi, a Buster se le cae encima la fachada de madera de una casa, con tanta fortuna que se salva gracias a la milagrosa coincidencia de que está situado en el lugar exacto en el que cae la ventana de la parte superior de dicha fachada. Aunque, bueno, de coincidencia nada. Los técnicos del filme calcularon con toda precisión el lugat exacto en el que se situaría la ventana al caer el decorado. Buster señaló la posición con un clavo en el suelo y se colocó en el lugar marcado. Tragó saliva y gritó acción. La secuencia salió perfecta. Aunque no le quedaron ganas de realizar una segunda toma.
Vive y dejar morir (1973)
Este filme de James Bond contiene algunas de las escenas de persecución más espectaculares jamás filmadas, y de las más complicadas de rodar. Una de las mejores es aquella en la que la lancha de Bond sale del agua y momentáneamente planea sobre un trozo de tierra (y el coche de policía del Sheriff Pepper) antes de aterrizar de nuevo en el agua. Este salto de 120 metros lo consiguió el especialista Jerry Comeaux (con la ayuda de una rampa) sóo con dos intentos. Se utilizaron cuatro docenas de lanchas, todas impulsadas por motores jet Evinrude, ya que no se podría haber realizado con motores convencionales. Otras escenas terminaron en desastre. Aquella en la que la lancha irrumpe en una boda, necesitó que se destrozaran más de doce motoras.
El hombre que pudo reinar (1975)
En la magnífica película de John Huston, el personaje de Sean Connery muere al caer al vacío desd eun puente de cuerdas. En su biografía, el otro protagonista del filme, Michael caine, recuerda que: «fue la primera vez que vi a John preocupado de verdad. Los dos estábamos bastante nerviosos». Fue una de las escenas de riesgo más difíciles de la historia del cine. Connery empezó a andar por el puente y llegó hasta la señal, tras su toma se colocaron y afianzaron todas las cámaras. Huston no rodaba más de lo necesario y usaba las cámaras como un francotirador. Todo quedó listo. El doble de Connery, el especialista Joe Powell, se situó en medio del puente. «Vale…, ¡acción!», gritó Huston. Cortaron las cuerdas, y Powell cayó varios metros, impactando contra unos sacos llenos de algodón. Caine recordaría ese momento: «John alzó la vista con lágrimas en los ojos y dijo: “Es el mejor trabajo de especialista que he visto en mi puta vida. ¡Qué hombre, qué hombre!.». Los 150 hombres del equipo, más los cientos de extras marroquíes, estallaron en vítores y aplausos. El especialista se había ganado los diez mil dólares de su sueldo.
El hombre mosca (1923)
Probablemente, la escena más famosa de toda la carrera de Harold Lloyd. Huyendo de la policía, el cómico trepa por la facha de un edificio hasta quedar colgado de las agujas de un reloj. Su única salvación para no caerse, es que el tiempo literalmente se detenga, y las agujas se paren para poder seguir agarrado a ellas. La secuencia la rodó el propio Lloyd sin doble alguno. Para ella, se construyó una falsa fachada, dando la impresión de que el reloj estaba situado a una altura de diez metros, cuando en realidad, apenas había más de dos. Con todo, no faltaban riesgos, ya que el actor carecía de dos de dos en la mano izquierda y llevaba una prótesis en el hombro. De hecho, al final, sufrió una caída y acabó con un brazo dislocado.
La aventura del Poseidón (1972)
Hay que reconocer que el protagonista de esta escena los tenía bien puestos, como se suele decir. Quien haya visto esta película recordará que trata sobre un trasatlántico que, tras ser golpeado por un tsunami, acaba dando la vuelta sobre sí mismo. La secuencia de la catástrofe incluía el plano de un pasajero cayendo desde una altura desde doce metros y rompiendo una cristalera. Ningún profesional quería hacerla y el productor Irwin Allen puso un anuncio ofreciendo mil dólares al que tuviera las narices de realizar dicho salto. Se presentó un tal Richard Stark, empleado de una gasolinera, que realizó el salto de marras. Debajo de la cristalera había un airbag para amortiguar la caída, pero los cristales tuvo que romeprlos y con ellos varios huesos. Stark pudo quedarse tetrapléjico debido al golpe. No le quedaron ganas de volver a repetir.
La brigada de Sharky (1982)
Nos encontramos ante un entrañable thriller dirigido y protagonizado por Burt Reynolds. En la espectacular escena final, el prota liquida al villano de la función (Henry Silva), acribillándolo a tiros. Al recibir el impacto de las balas, el fulano sale disparado hacia atrás, rompe un vetanal y s e precipita la vacío desde lo alto de un rascacielos de 50 pisos. Acojona, ¿verdad? Pues imagínense como debía sentirse el especialista, Buddy Joe Hooker, que realizó una espectacular caída libre de más de 30 metros de altura y de espaldas, sin poder ver por tanto si atinana a caer sobre el gigantesco airbag colocado para salvarle el pellejo.
La diligencia (1939)
Pregúntenle a cualquier especialista de cine quien es su ídolo y seguro que todos les dirán el mismo nombre: Yakima Cannutt. Durante más de veinte años este intrépido y atlético personaje filmó algunas de las secuencias más arriesgadas de todos los tiempos. Aunque probablemente la cumbre de su carrera fue la secuencia de acción que tuvo que realizar para esta obra maestra de John Ford. En pleno ataque de los apaches, el personaje de Ringo Kid tiene que saltar sobre los caballos para poder hacerse con el control de la diligencia. La escena la rodó Cannutt sin trampa ni cartón. El especialista saltó realmente de un caballo a otro gracias a su prodigiosa agilidad. Hay que decir que antes de entrar en el mundo del cine, Cannutt había sido estrella del rodeo y que precisamente la acrobacia que realiza en La diligencia era uno de sus números estrella.
Dos hombres y un destino (1969)
La escena en la que los dos forajidos interpretados por Robert Redford y Paul Newman se salvan de sus perseguidores saltando al vacío en un escarpado desfiladero al fondo del cual hay una corriente de agua, sigue siendo de las que ponen los pelos de punta. Pero en el cine las cosas no siempre son como parecen. La secuencia se rodó en dos partes. La primera, en un parque natural de California, con las dos estrellas corriendo hasta el borde del desfiladero en el que van a dar el salto que puede ser fatal. Y la segunda en los estudios de la Universal, con dos especialistas saltando a un tanque de agua con la profundidad suficiente para no estrellarse contra el fondo. Se colocaron ventiladores para simular que el agua del tanque estaba agitada por la corriente de los rápidos, y el fondo paisajístico en el que se ve el escarpado desfiladero se añadió como transparencia en el proceso de postproducción.