«Señoras tengas ustedes la amabilidad de quitarse el sombrero»
Los ruidos y las distracciones visuales en el interior de una sala cinematográfica fueron un problema desde las primeras proyecciones a principios del siglo xx. En 1912, conscientes de esta incomodidad, los neoyorquinos John D. Scott y Edward Van Altena crearon una propuesta visual cuya intención era instruir a los espectadores «en los caminos de la conducta pública adecuada» siguiendo un sencillo protocolo de buenas maneras.
La Biblioteca del Congreso de Washington tiene esta fascinante serie de cárteles de cine de 1912. En esa época, las películas eran mudas. Las películas con sonido no llegaron a ser predominantes hasta finales de la década de 1920. Lamentablemente, un informe de septiembre de 2013, de la Biblioteca del Congreso anunció que se cree que un total del 70% de las películas mudas estadounidenses se ha perdido completamente.
Los primeros largometrajes de la historia del cine americano comenzaron a filmarse en 1912. Hasta entonces la producción cinematográfica USA se había limitado a cortos que se proyectaban en las primitivas salas de icne, que aquel entonces recibían el nombre de Nickelodeones, dado que la entrada costaba una moneda de nickel de cinco centavos.
Por favor, aplaudid solo con las manos
Fue ese año cuando surgieron las llamadas Motion pictiure etiquette. Se trataba de una serie de imágenes humorísticas (cuya proyección en total duraba tres minutos) que explicaban al público de la época como debían de comprotarse en el interior de las salas.
Tengan la amabilidad de permanecer sentados
Los carteles que componían esta serie fueron creados por John D. Scott and Edward Van Altena, dos de los diseñadores más célebres del Nueva York de la época.
Señora: ¿le gustaría sentarse detrás del sombrero que usted está usando?
Las películas que se pproyectaban en estas primitivas salas estaban producidas en su totalidad por Thomas Alba Edison, quien tenía el monopolio del negocio cinematográfico. Eso hizo que sus competidores independientes abandonaran la costa este del país y emigraran a California, buscando un lugar en el que la «larga mano» de Edison no les alcanzara. Fue así como descubrieron un pequeño pueblo llamado Hollywood.
Hablar alto y silbar no está permitido
El monopolio de Edison llegó a su fin en 1914, cuando los tribunales tomaron parte en el asunto. Para entonces la mayor parte del negocio cinematográfico ya se había mudado a California, y las películas producidas en el oeste (rodadas en exteriores debido a la abundancia de luz solar, y con persecuciones y escenas de acción) comenzaron a ellipsar a las de los estuidos del este (filmadas casi siempre en decorados e interiores, y mucho más estáticas).
No olvide su paraguas u otras pertenencias
Considerados como lugares de mala y peligroso por algunos grupos cívicos, los nickelodeons más vulgares y mal ventilados con asientos de madera duros se anticuaron conforme las películas más largas se hicieron comunes, y se construyeron salas de cine más grandes y más cómodamente amuebladas, una tendencia que culminó en los lujosos teatros de la década de 1920.
Ante cualquier molestia, dígaselo al gerente
En 1939, el cornista Jacob Lewis escribió sobre el público que acudía a estos lcoales. «Concentrados principalmente en los distritos comerciales más pobres y los tugurios, las gentes de buena familia despreciaban los cines, mientras que eran los obreros y sus familias aquellos que frecuentaban estos locales sin importarles las apretadas, poco higiénicas y peligrosas localidades que la mayoría de los nickelodeon ofrecían».
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Los nickelodeons comenzaron a decaer debido a que el público creció rápidamente y se necesitaban auditorios más grandes, con la llegada de la película de larga duración, y a medida que las ciudades crecían. Además, los largometrajes hicieron que los precios de las entradas se duplicase, pasando de cinco a diez centavos.
Las señoras y los niños son cordialmente invitados a este teatro. No se muestran aqui imágenes ofensivas
Tres minutos de intermedio mientras se cambian los rollos
Señoras, tengan ustedes la amabilidad de quitarse el sombrero