En 1988, Richard Lenski, de la Universidad Estatal de Michigan, comenzó el experimento evolutivo más largo hasta la fecha. Y aún sigue…
Lenski comenzó cultivando cepas de la bacetria E. coli y variando lentamente su entorno: temperatura, alimento, etc. Cada 500 generaciones, congela las muestras y las compara con la cepa original. En la actualidad existen más de 50.000 generaciones de E. coli que han pasado por el estudio. Lo que en términos humanos sería como remontarse a un millón de años atrás.
Pero Lenski no es el único que durante años ha perseguido una meta científica. Hay muchos más.
Una vida en un glaciar. 66 años
Imagina un campo de hielo que ocupa más que la comunidad de Madrid y la de Navarra juntas. Ese infinito manto blanco se encuentra entre Alaska y Canadá, y es el quinto más grande de Occidente. Desde 1946 han llegado aquí unos 4.000 estudiantes y centenares de científicos que se dedican a extraer muestras del hielo, siempre de las mismas regiones, para estudiar las modificaciones en el planeta producidas por el cambio climático. En total se han publicado más de 10.000 artículos en revistas especializadas retratando sus descubrimientos y conclusiones. La constancia de estos expertos ha permitido establecer, en disciplinas tan diferentes como paleobotánica, hidrología, clima, comercio y agricultura, cómo se ha modificado la Tierra y el impacto que han tenidos estos cambios en nosotros en los últimos 5.000 años. Si quieres formar parte de este proyecto, solo necesitas inscribirte (y cruzar los dedos).
El sólido más líquido. 85 años
En 1927, el profesor Thomas Parnell intentó demostrar que existen sustancias que parecen sólidas pero en realidad son extremadamente viscosas. Para ello, utilizó un embudo especial y brea. A temperatura ambiente, este residuo de hidrocarburos tiene toda la apariencia de un sólido que puedes romper en pedazos con un martillo. Pero en realidad es un líquido, aunque 100 mil millones de veces más viscoso que el agua. El experimento comenzó cuando Parnell vertió brea en un embudo y esperó tres años, hasta 1930, para que se asentara. Luego, cortó la parte inferior del embudo y pacientemente observó para que cayera la primera gota. Muy pacientemente, ya que debió esperar hasta 1938. Desde entonces, cada 10 años, aproximadamente, una nueva gota se forma y demuestra la hipótesis de Parnell. El problema es que hasta ahora nunca se ha visto caer la gota; siempre por algún motivo extraño, todo confabula para que nadie vea cuándo sucede este evento. En 2008 se instaló una cámara web, pero, oh! casualidad, cuando cayó la última gota, en 2009, la cámara no funcionaba correctamente.
Simular el paisaje terrestre en un siglo. 25 años
Las aproximaciones científicas aseguran que a finales de este siglo los niveles del mar aumentarán entre 18 y 59 centímetros debido al cambio climático. Estas estimaciones están basadas en modelos teóricos y no hay ningún experimento que permita evaluar esa cifra o confirmar la tendencia. Bueno, sí, hay uno. Y es el experimento más longevo en este campo. Se trata de una investigación que comenzó en 1987 en el Centro Smithsonian de Investigación Ambiental, en la bahía de Chesapeake, Estados Unidos. Allí, los expertos estudian el impacto del CO2 en los humedales que conviven en la orilla con el mar. Y han descubierto algo sorprendente. Si bien es cierto que el dióxido de carbono se erige como uno de los mayores responsable del cambio climático, también contribuye a un crecimiento más rápido de las plantas que, a su vez, crean nuevas tierras. Esta acumulación sorprendente de suelo permite al humedal sostener el ritmo al que suben los mares.
Para probar esto, lo que hacen en la bahía es encapsular pequeñas parcelas de tierra y allí colocar una chimenea que emite la cantidad de CO2 que se especula que esté presente en la atmósfera en el año 2100. Se trata de pequeñas cápsulas del tiempo que permiten simular las condiciones de un posible futuro planetario. Uno de los responsables del proyecto, el biogeoquímico Dr. Patrick Megonigal explica en términos claros la importancia de trabajos de larga duración, como este: “Un experimento que dura dos o tres años nos dice muy poco, y lo que necesitamos los científicos son respuestas a largo plazo. Para poder proyectarnos unos 100 años, como es nuestro objetivo aquí, necesitamos al menos una década.”
La mujer inmortal. 62 años
Henrietta Lacks tiene el mérito de, sin tener una carrera científica, haber sido citada en la mayor cantidad de artículos publicados hasta la fecha. Esta estadounidense fue donante involuntaria de células del tumor que la mató en 1950. Estas han mostrado una habilidad única: pese a su alto número de divisiones, se mantienen con vida, por ahora, de modo indefinido. Esta característica ha hecho que se cultiven en laboratorios de todo el mundo. A lo largo de estos 60 años se cree que se han creado unas 20 toneladas de células de HeLa (acrónimo con el que se conocen) y que estas contaminan entre el 10 y el 20% de los proyectos celulares.
Fueron testadas en vacunas de polio, cáncer, sida, radiación, mapeo genético y también en sustancias tóxicas.
Sonido puro. 3 años
¿Cómo surge el lenguaje?
Desde que nació el hijo del profesor Deb Roy, este, del MIT, ha puesto cámaras de video y micrófonos en toda su casa para registrar el proceso que lleva a la adquisición del lenguaje de su hijo, que ya tiene tres años.
Música para la eternidad. 639 años
Este proyecto de ingeniería y arte trata de una pieza musical que debe tocarse Lo Más Lentamente Posible (ASLSP, sus siglas en inglés), en una iglesia de Alemania. De acuerdo con John Cage, su creador, la pieza se extenderá a lo largo de 639 años y obviamente contará con diferentes ejecutores.
La campana de Bell. 172 años
Hecho de dos baterías de composición desconocida, esta alarma ya ha sonado unas 10 mil millones de veces desde que fuera creada en 1840. El experimento también es conocido como Oxford Electric Bell o Clarendon Dry Pile.
Encerrados por la ciencia. 2 años
Durante dos años, un grupo de científicos se encerró en este “experimento”, el Biosphere 2, para probar las diversas condiciones que los humanos podríamos afrontar en Marte. Para ello, se construyó una estructura del tamaño de dos campos y medio de fútbol en la que había varios ecosistemas: selva, desierto, sabana y tierras cultivables… Desafortunadamente, no todo salió como se planeaba. De hecho, nada fue acorde a lo previsto. Los 7 investigadores constantemente señalaban que tenían hambre y solicitaban que se aumentase el nivel de oxígeno (que empezó en cerca de un 20% y terminó debajo del 15%), lo cual se hizo dos veces.
El experimento finalizó, como estaba previsto, a los dos años: el 26 de Septiembre de 1993. Para entonces, los miembros del equipo ya no se soportaban. La verdad solo una conclusión provechosa se pudo extraer del experimento: la mala relación entre los participantes dio nacimiento a un nuevo campo: la psicología en ambientes cerrados.