«Dios está con nosotros, el diablo está con vosotros. Todos los libios están listos para el martirio. Vamos a ganar y vosotros vais a morir.” Las arengas del dirigente libio Muamar el Gadafi fundirían las estadísticas empleadas por Sentitext, un software que analiza la manera en que hablamos, la emoción negativa o positiva en los discursos. Esta herramienta, desarrollada por El Jardín de Junio en colaboración con Antonio Moreno y su equipo de lingüistas computacionales de la Universidad de Málaga, ha servido a Quo para medir la intensidad del discurso de los políticos españoles. Rubalcaba, Zapatero, Aguirre, Rajoy y el Rey don Juan Carlos han sido sometidos al más duro análisis lingüístico posible: el que valora fría y objetivamente la emoción contenida en sus discursos. Solo el del Rey aprueba con nota alta (un 7), Rajoy apenas pasa del aprobado, Rubalcaba y Esperanza Aguirre empatan, y Zapatero se salva… a medias.
Para el análisis de los discursos, Luis Castellanos, Director del proyecto de Sentitext, con Diana Yoldi, pedagoga investigadora a la cabeza del estudio, nos pidieron los discursos de los últimos cuatro meses de cada uno de ellos. El software, desarrollado a lo largo de cuatro años de trabajo, recoge 113 millones de palabras, a las que han dado una valoración del +5 al -5 según la emoción positiva o negativa que expresen, siempre atendiendo al contexto. Analizaron así 34 discursos de Zapatero, desde el de apoyo a los militares destinados en Afganistán al del acto conmemorativo el Día de la Mujer.
Rodríguez Zapatero: ‘sin talante’
Un 5,8 de media es su nota. Aprobado raspado. Ni una sola vez, en los 34 discursos que analizó Sentitext, el presidente pronunció la palabra “talante” que tan popular le hizo; sí empleó, sin embargo, “dignidad”, “compromiso” y “nuevo”, las palabras más positivas, según el software, en su oratoria. La media del discurso es algo superior a la de su oponente, Mariano Rajoy. Rodríguez Zapatero, como explica la investigadora de Sentitext Diana Yoldi: “Se esfuerza por utilizar términos que estimulan positivamente a los receptores”, y lo hace especialmente en el discurso más valorado entre los analizados por Sentitext, el que pronunció con motivo de la candidatura del Mundial de Fútbol 2018. Veamos algunas de las palabras que el software destaca como “especialmente positivas”: “España y Portugal atesoran una gran riqueza histórica y una gran riqueza cultural”. Pero en el análisis de los discursos del presidente, las palabras “positivas” son menos a medida que avanza su legislatura. La politóloga madrileña Aurora García Pérez explica por qué Zapatero perdió el “talante”: “El uso excesivo de términos optimistas le situaban en un plano de excesiva abstracción; su optimismo se veía como ilusión inverosímil. Su talante ponía en cuestión su verosimilitud”.
Rajoy ‘el neutralizado’
La media del presidente de la Oposición es anodinamente neutra: un 5,2, aprobado por los pelos. El que algunos ya visualizan como futuro presidente del Gobierno es el político que obtiene la media más baja, con cuatro de sus discursos muy negativos, especialmente el que recibe la nota de 4,42, correspondiente a su intervención en el debate de los Presupuestos Generales del Estado el 19 de octubre de 2010. Además, llama la atención que su intervención más positiva, de 5,9, sea la clausura del último Congreso del Partido Popular, un momento con sus colegas de partido idóneo para cerrar con un discurso enérgico y optimista, en lugar de pesimista y desesperanzador.
Como líder de la Oposición, su objetivo es criticar las decisiones erróneas del Gobierno, pero su discurso no tendría que ser tan negativo. Según Aurora García: “Siendo candidato para la presidencia, su crítica a la acción política del Gobierno debería ir acompañada de argumentos razonados y alternativas aceptables. Sin embargo, sus críticas son generalistas y con excesivos juicios de valor, donde enlaza temas que no tienen relación entre sí con una falta de argumentación y concreción total”. De hecho, el discurso de Rajoy es tan neutro que ni siquiera el uso de términos positivos como “libertad”, “prosperidad” y “confianza” tienen fuerza perlocutiva alguna por el contexto en que están situadas.
Si observamos las frases de sus discursos, vemos una crítica constante: “Usted ha hablado aquí de Aznar, del 98, del 96 y de nuestros pactos con el PNV. Pero, oiga, yo he venido aquí a hablar de lo que toca hablar hoy, la política económica del Gobierno, sus resultados y los presupuestos. Eso es de lo que he venido a hablar yo”. Aunque su discurso pudiera tener elocuencia, es demasiado pesimista para la audiencia.
La política no es lo que era
Ninguno de nuestros políticos cumple el Ratio Losada, según el cual, al expresarnos debemos decir 2,9 palabras positivas por cada una negativa. Cinco a una si es una conversación privada. Por otro lado, en las palabras negativas que más han pronunciado los políticos españoles estos meses tiene un protagonismo absoluto el término “crisis”, pero también “difícil”, “dificultad” y “problema”. Estas palabras negativas, lanzadas desde el “púlpito”, no están para nada compensadas con palabras positivas que animen a “luchar” contra la “crisis” y que nos alienten para trabajar y vivir con impulso constructivo.
Por contra, las positivas son de baja intensidad, comunes y hasta demasiado administrativas y empresariales, como “reforma”, “aprobación”, “consenso” y el nuevo uso empresarial del término “excelencia”.
¿Un 5 de media es con lo que tenemos que conformarnos? ¿No merecemos un discurso más… auténtico? Si Roosevelt y Churchill levantaran la cabeza… Pero veamos ahora las féminas; un 5,4 para la presidenta de la Comunidad de Madrid, que en su caso está más relacionado con los temas de sus discursos que con un estilo oratorio negativo.
Aguirre, la moderada
Sus vocablos positivos aumentan progresivamente cuando el tema lo precisa, como podemos ver en su discurso más intenso, el celebrado con motivo de la apertura de un nuevo centro de salud en Getafe en noviembre del año pasado: “Es una inversión importante para una política social importante como es la Sanidad, porque queremos que la salud de los ciudadanos de Getafe esté siempre atendida lo mejor posible”. La politóloga añade: “En líneas generales, su discurso se mantiene en valores positivos, dado que los temas preferidos están relacionados con la gestión política que realiza el Gobierno que preside. Los términos negativos los utiliza para censurar la acción política de sus adversarios”.
También les saca partido cuando quiere utilizarlos para censurar actos contrarios a su concepción de la ética pública, como el ofrecido en conmemoración del Holocausto, que precisamente figura como su discurso más negativo. Aquí recurre al uso de la tercera persona para distanciar al receptor de la acción negativa y a la primera persona del plural para compartir los aspectos positivos: “Las expresiones de esta judeofobia contemporánea se emboscan a veces bajo un humanitarismo progresista que niega a Israel su derecho a defenderse de un enemigo que alardea de su objetivo de destruir el Estado judío y la democracia, dondequiera que exista”.
Rubalcaba, ‘al habla’
La media de disertaciones del vicepresidente primero es de un 5,5, un lenguaje positivo pero muy cercano a la peligrosa neutralidad del 5. Usa pocas palabras negativas, “lo que da la impresión de que es una persona precisa que probablemente guarde sus recursos lingüísticos negativos para cuando sea estrictamente necesario”, afirma Diana Yoldi. También es cierto que las disertaciones de Rubalcaba están enfocadas a informar de lo que ocurre en el Consejo de Ministros, más que a provocar algún sentimiento en el receptor. Aunque esto sigue sin justificar la neutralidad del discurso: la transmisión del mensaje sería más eficaz si se diera en positivo.
El único momento en que Rubalcaba muestra un poco de emoción es en el acto de presentación del buque Río Segura de la Guardia Civil: “Les voy a pedir simplemente que sigan honrando ese uniforme que visten y del que no solo ustedes, sino todos los españoles, nos podemos sentir orgullosos”.
El discurso del Rey
Un 7 de media para el Rey, lo que no es solo una valoración positiva, sino que en comparación con nuestros gobernantes, don Juan Carlos merece matrícula de honor por el optimismo con que se dirige a nosotros: “Españoles, me llena de orgullo y satisfacción…” Esto es otra cosa. Independientemente del tema de su discurso, emplea un estilo lingüístico positivo. “Actos de condescendencia, palabras sencillas y cercanas destinadas a estimular una reacción positiva, dan como resultado una reacción emocional muy buena en el receptor”, afirma nuestra politóloga de referencia. Y es que los discursos del Rey están cargados de connotaciones emotivas, al objeto de compartir emociones y compromisos como miembros de una comunidad unida.
Su discurso más negativo, el de Navidad de 2010, no se debe al uso de palabras pesimistas, sino al intento de “hacer piña” en una comunidad que necesita rehabilitarse mediante el compromiso de todos nosotros: “Es preciso seguir adelante con empeño, ganar la batalla al paro con decisión, constancia y firmeza; mejorar en productividad y competitividad, en educación e innovación; y volver a situar nuestra economía con visión de futuro en el pelotón de cabeza, manteniendo nuestra protección y cohesión social”.
Optimismo contra Sabiduría
Un clásico de la psicología positiva, M. Seligman, estudió junto con H. Zullow qué tipo de presidente preferían los ciudadanos de EEUU. Analizaron todos los discursos que habían pronunciado los candidatos a la presidencia desde 1900 a 1984. ¡Sorpresa! Los resultados arrojaron que los 18 candidatos más optimistas fueron los elegidos en los 22 comicios que se celebraron en ese tiempo ¿Conclusión? Un 82% del electorado prefirió al aspirante que le transmitía más optimismo, lo que quizá explique por qué Rajoy aún no ha salido victorioso en unas elecciones.