Cuando Apple anunció la llegada de su Watch el pasado 9 de septiembre, cualquiera (que viva en otro mundo, claro) habría dicho que llegaban tarde. Para entonces, ya llevábamos un par de años viendo desfilar relojes inteligentes de todo tipo, de grandes fabricantes y pequeñas start-ups que no terminaban de cuajar. De hecho, algunas investigaciones hechas al respecto en EEUU apuntan a que quienes los adquirían acababan abandonándolos en un cajón a los seis meses. Sin embargo, ahora consultoras como Gartner aseguran que, precisamente a partir del lanzamiento del Watch en la primera mitad de 2015, es cuando se prevé el despegue de estos dispositivos. Vaticinan incluso que se venderán 40 millones de relojes inteligentes este año y, según Credit Suisse, en los próximos tres o cinco años el mercado de los wearables producirá entre 30 y 50 millones de dólares solo en EEUU. Así que parece que Apple lo ha a vuelto a hacer. Como ya ocurrió con las tabletas, los reproductores de MP3 y los teléfonos móviles, con el Watch el fabricante de la manzana ha vuelto a coger un producto que ya existe, le ha dado su toque de diseño personal, ha mejorado algunas de sus funciones y pronto nos convencerá a todos de que nunca más podremos vivir sin él.
Por eso, conociendo el percal, los demás fabricantes han lanzado, y lo seguirán haciendo a lo largo de este año, relojes que aprovechen la racha de viento a favor que previsiblemente provoque el reloj de Apple.
¿Llegó la hora?
Es el caso de Samsung, que ha puesto toda la carne en el asador con el Gear S. Incorpora tarjeta SIM, con lo que, llevándolo en la muñeca, ya no necesitaremos tener el teléfono cerca y con él podremos atender llamadas, escuchar música, contestar correos electrónicos y poner en funcionamiento las aplicaciones relacionadas con salud y estilo de vida que nos hayamos descargado en el dispositivo. Intel, por su parte, presentaba Mica el pasado mes de noviembre: una mezcla entre reloj y pulsera de diseño con la que podremos acceder a nuestros mensajes de texto, las notificaciones de Gmail, eventos de Facebook y al calendario de Google, y que, además, funciona tanto con iOS como con Android.
Según Gartner, a lo largo de 2015 se venderán 40 millones de relojes inteligentes
Por si fuera poco, a finales de 2014 salían al mercado otros dos relojes que incorporan Android Wear, el entorno que ha creado el buscador para estos dispositivos: el Motorola Moto 360 y el LG G Watch. A los que pronto se unieron el Asus ZenWatch y el Sony Smartwach 3. ¿Su fuerte? Los comandos de voz, que nos permiten interactuar de forma rápida con un dispositivo cuyo tamaño de pantalla complica mucho su uso.
Para solucionar este problema de usabilidad, el Watch de Apple incorpora una rueda lateral que han bautizado como Digital Crown y con la que el usuario puede navegar por el reloj de forma fácil y precisa. Su pantalla incorpora también una nueva tecnología táctil, la force touch, que responde a diferentes niveles de presión.
Sin embargo, en todos los casos hay un escollo que se les resiste: la autonomía.
Pegados al cargador
La mayoría de estos dispositivos se carga de manera inalámbrica o con un cargador al uso, y el Watch, del que se esperaba una opción diferente, utiliza un sistema de inducción con imanes que garantiza solo un día de autonomía y obliga a dejarlo cargando, como todos. En la industria hay quien deseaba que Apple se sacara de la chistera un revolucionario sistema de carga, pero parece que todas las pruebas realizadas con energía cinética, por ejemplo, concluyen que su aportación no es suficiente para estos dispositivos.
Las agencias de protección de datos alertan sobre el riesgo que plantean estos dispositivos
Por otra parte, en la presentación del Watch, Cook y compañía repitieron hasta la extenuación dos ideas: “íntimo” y “personal”, y hablaron del lanzamiento del Watch como del momento en el que, de verdad, llevaremos un ordenador de muñeca. La parte negativa de esta novedad, o la que más revuelo está armando, es si realmente estamos dispuestos a que estos nuevos dispositivos colonicen nuestro cuerpo. Y es que ahora, cuando nos coloquemos uno de estos relojes en la muñeca, estos no solo sabrán nuestros gustos a la hora de navegar y dónde estamos, como pasa con los smartphones, sino que también tendrán datos de nuestro ritmo cardíaco, niveles de colesterol, etc. Y el problema es qué van a hacer con esta información.
¿Un reloj para controlarnos a todos?
Adelantándose a esta cuestión, las Autoridades europeas de protección de datos han aprobado un dictamen en el que aseguran que “acogen con satisfacción las perspectivas de beneficios económicos y sociales que puede suponer esta tecnología”, pero también identifican y alertan de “los riesgos que estos productos y servicios emergentes pueden plantear para la privacidad de las personas, definiendo un marco de responsabilidades”. Y añaden que “analizados de otra forma o en conjunción con otros, estos datos pueden revelar aspectos específicos de hábitos, comportamiento y preferencias que configuren auténticos patrones de la vida de las personas”.
Según Ignacio Hernández Medrano, médico y experto en big data: “Lo más importante desde el punto de vista de la intimidad es si los datos que recabaran estos dispositivos están o no disociados; es decir, si utilizando el archivo adecuado podremos revertir los datos y saber a quién pertenecen o si, por el contrario, son anónimos”. Algo que, por ahora, no han aclarado ni Apple ni ningún otro fabricante.