Como si de un Lego se tratase, el crucero Symphony of the Seas ha sido fabricado de manera metódica en el astillero francés de Saint Nazaire desde marzo de 2015, uniendo un total de 87 bloques diferentes de metal. Para lograr cada una de estas enormes estructuras fue necesario el corte preciso de más de medio millón de planchas de acero (unas 46.000 toneladas en total), que después tuvieron que unir entre sí. Un proceso que podría compararse con el levantamiento de seis torres Eiffel.
El bloque más importante para dar comienzo oficial al ensamblaje del barco es la quilla. Se trata de su columna vertebral y es el elemento que otorgará la base necesaria para que este pueda flotar. En esta fase se realiza la conocida como “ceremonia de la moneda”, durante la cual se sueldan varias monedas conmemorativas en el casco de la nave para dar suerte a las más de 2.500 personas que trabajan en su construcción. Poco antes de terminarlo, las retiran para dárselas al capitán: una forma de desearle un buen porvenir en futuros viajes.
A partir de este momento comienza el ensamblaje de los bloques, un proceso que puede dilatarse poco más de un año y medio. Durante todo este tiempo, la embarcación ha sido construida en un dique seco y llega el momento denominado float out, en el que ese espacio se llena de agua y el crucero flota por primera vez sobre el líquido en el que tendrá que transcurrir su vida útil. El barco se hunde 9 metros bajo el mar (zona de calado) y desplaza una media de 105.000 m3 de agua, cerca de la mitad de su volumen total, que son 228.000 m3.
Sus cifras impresionan: 2.759 camarotes, 90.000 m2 de alfombras, 8.000 de cristal y 10.000 puntos de luz.
En el momento en que llega al muelle de construcción es cuando se comienzan a añadir los 2.759 camarotes que hay dentro del barco. ¿Sabías que se montan en una nave exterior y luego se van añadiendo uno a uno a la estructura interna del crucero? Una vez dentro de la nave se trasladan con un toro mecánico hasta su posición y después se conectan a las tomas de luz, agua y aire acondicionado. Para que os hagáis una idea de la magnitud de este proceso, se utilizan 460 kilómetros de tuberías y unos 4.000 kilómetros de cables eléctricos: en línea recta cruzarían todo EE. UU., desde Nueva York a Los Ángeles. Entonces comienza la fase de detallismo: pintura, mobiliario, luces… Por ejemplo, cuenta con 90.000 m2 de alfombras con las que podríamos cubrir nueve campos de fútbol profesional; solo en ventanas se han utilizado 8.000 m2 de cristal y tiene más de 100.000 puntos de luz repartidos por todo el barco. Cifras récord que lo convierten en el crucero más grande del mundo.
Primero, Mediterráneo, luego, Caribe
Tras haber superado con éxito las pruebas de salida al mar abierto, donde se ha confirmado la velocidad media de crucero, de 22 nudos, y se ha testado la fuerza con la que los cuatro motores lograban desplazar el barco, este ha quedado listo para ser entregado a sus futuros dueños: la Royal Caribbean. En el proceso han gastado más de 1.200 millones de euros. Calculan que tardarán al menos 30 años en amortizar todo lo invertido.
Este mes de abril comienza a dar servicio con sus primeros cruceros regulares con salida desde Barcelona para hacer una ruta por el Mediterráneo (Palma de Mallorca, la Provenza, Florencia, Roma y Nápoles). Ya en noviembre tomará rumbo a Miami, lugar elegido como punto hub para sus recorridos por el Caribe.