En la familia Camelidae (camellos y dromedarios), la hermosura pasa por una cabeza generosa, ojos grandes, orejas ligeramente caídas, mejillas amplias, nariz alta y ancha y labios carnosos algo desplomados. El cuello debe ser delgado y largo y las caderas exuberantes. Pero para participar en el festival de camellos Rey Abdelaziz, que se celebra cada año en la desértica localidad de Al Dhana, en Arabia Saudí, no basta con ser bello. Hay que ser naturalmente bello. Esto significa que los animales adulterados con inyecciones de bótox y rellenos de colágeno serán inmediatamente descalificados. Hay en juego 45 millones de euros, razón más que poderosa para que los propietarios intenten burlar la norma con cualquier artificio que restituya la lozanía al animal o le acerque a la divina proporción áurea. Cirugías, sesiones estéticas draconianas, hormonas para aumentar su masa muscular y regímenes estrictos. El quirófano es el camino más veloz para deslumbrar al jurado, por eso este se enfrenta precavido a una pléyade de 30.000 ejemplares de pura raza. En la última edición, el tribunal descubrió que doce de ellos habían alterado sus rasgos con bótox, por lo que fueron expulsados del desfile. La normativa es clara: ni fármacos para los labios, ni partes afeitadas, ni ningún tipo de recorte en el cuerpo. El presidente del jurado, Fawzan al-Madi, justificó ante los medios su decisión: “El camello es un símbolo de Arabia Saudí y del alma beduina. Antes lo preservábamos por necesidad, ahora por entretenimiento”.
Juramento divino
Ya en diciembre, las fuerzas de seguridad sorprendieron a un veterinario en pleno desempeño estético con un dromedario antes de desfilar en este festival. En la clínica, junto a las jeringuillas y productos, se encontraron unos 700.000 riyales (150.000 euros). “Les recortan las orejas y les alargan los labios en una cirugía similar a la de las mujeres”, explica Al-Madi. Los dueños juran autenticidad ante el Corán, por eso el riesgo por engañar es alto. Además de la expulsión, se veta su presencia en las cinco próximas ediciones.
Desde el 1 de febrero en España están prohibidos los cortes estéticos, pero los cazadores dicen que sus animales no son de compañía
En España no hay camellos, pero tenemos caballos de competición. Y, según nos cuenta Leonor Díaz de Liaño, fundadora de la Asociación Defensa Équidos (ADE), aunque no hay constancia de bótox, sí son comunes otras prácticas, como el recorte de bigotes y del pelo interior de las orejas. “Sin ellos se les priva de su capacidad para no chocar de noche y de protegerse de los insectos, respectivamente. También se da, y esto aún es más grave, la amputación de la cola a los caballos de trabajo de campo en Andalucía, dejándolos de por vida sin la posibilidad de espantarse las moscas”. Díaz de Liaño considera que este animal es maltratado siempre. “Se le separa prematuramente de la madre, se le encierra en una cuadra (de tamaño equivalente, en proporción, a un transportín de perro) y se le obliga a permanecer solo e inmóvil, alimentándose de pienso, cuando su sistema digestivo necesita hierba. Después de una vida de dolor, hierros y montas brutales, se le premia
con un paseo al matadero”.
La presión de las redes hizo que nueva york emitiera una ley para sancionar los tatuajes y ‘piercings’ en mascotas
Razas más vulnerables
Las víctimas más numerosas de este tipo de cirugías han sido los perros y los gatos. La amputación de orejas ha sido habitual en dóberman, pitbulls y otras razas por un motivo puramente estético. En el caso de los rabos, como ocurre con el Yorkshire terrier, se justificaba por su incomodidad a la hora de correr durante la caza. Desde el 1 de febrero de 2018, fecha en que entró en vigor la ratificación del Convenio Europeo para la Protección de los Animales de Compañía, las amputaciones estéticas están prohibidas, sin excepción, en toda España.
Burlando la ley
Pero hay quien no se ha dado por enterado. José Enrique Zaldívar, veterinario clínico y presidente de la asociación AVATMA, denuncia que desde el lobby de la caza se ha afirmado que no lo acatarán hasta que todas las comunidades autónomas lo integren en sus leyes de protección animal, mucho más permisivas. Sin embargo, al tratarse de una norma de rango superior, el Convenio es de obligado cumplimiento en todo el territorio. “Ni siquiera se aceptaron las enmiendas que trataban de eximir de esta normativa a determinadas razas de perros según su funcionalidad. Esto significa que ningún perro, sin excepción, podrá sufrir la amputación de su cola ni de sus orejas”, explica.
Zaldívar sospecha que los cazadores han encontrado un nuevo resquicio para burlar la ley, “que sus perros no sean considerados animales de compañía”. Anima por ello a denunciar estas prácticas cuando cualquier ciudadano o un veterinario clínico detecte un caso. “Sabemos que muchas de estas amputaciones no son realizadas por veterinarios.
Es decir, se hacen sin las garantías de asepsia, anestesia y analgesia”. Además, recuerda que tanto las orejas como los rabos cumplen una función esencial de comunicación y su amputación supone una carencia para el desarrollo y bienestar de los animales.
“En el caso de los gatos –añade–, la amputación de las garras podría asemejarse a la amputación en humanos de la primera falange de cada dedo para quitar las uñas”. Esta práctica también está prohibida en el artículo 10 del Convenio. En España no hay clínicas que incluyan estos tratamientos, pero en el Reino Unido, uno de los países firmantes de esta normativa, las intervenciones en el rostro de los canes aumentaron un 80 % entre 2010 y 2014. Una de las pocas excepciones que recoge el tratado es la raza de los carlinos o perro hípster, cuyas características del rostro sí pueden causarle infecciones y problemas respiratorios. Dicho Convenio regula también, en sus artículos 7 y 9, su trato en publicidad y competiciones, prohibiendo cualquier ayuda artificial y la administración de sedantes.
Fuera de Europa hay una actitud más permisiva. A estas amputaciones se ha sumado una extraña operación en las cuerdas vocales para reducir el volumen de los aullidos o ladridos. Es una práctica habitual en Estados Unidos, donde los contratos de arrendamiento a menudo incluyen cláusulas que prohíben la presencia de mascotas ruidosas. ¿Sería necesario trasladar a otros países una legislación tan restrictiva como la europea?
Un dolor humano
Zaldívar apela al sufrimiento: “Los animales presentan las mismas respuestas motoras y de comportamiento que los humanos ante el dolor, ya que las rutas metabólicas y de percepción son similares. Los diferentes mecanismos nerviosos que participan en las distintas etapas de la respuesta a estímulos dolorosos son esencialmente los mismos que en el hombre. Solo se diferencian en su manera de expresarlo, no en su percepción. Ha habido otras interpretaciones, pero con escaso valor científico”. Insiste en que si hiciésemos una cuidadosa evaluación de los cambios de comportamiento y de la alteración de sus funciones fisiológicas, tendríamos un índice fiable del dolor.
Su opinión es que las cirugías estéticas y los cuidados extremos a los que se sometemos a las mascotas son un reflejo más de una sociedad condicionada y obsesionada por nuestra belleza. El caso de Snooky es un claro ejemplo. Su dueña, la estadounidense Sarah Pinkerton Smith, asidua cliente de clínicas de rejuvenecimiento, consideró que su perro sentía, por feo, el rechazo de sus congéneres, a quienes acusó de hacerle bullying. Decidió someterlo a una operación estética para hacerle un levantamiento de cuello y ojos y un ajuste de orejas. “Para mí era un perrito guapo, pero sufrió desprecios durante años. Era hora de hacer algo”, argumentó. Es el razonamiento que emplean las personas que someten a sus perros a prótesis de testículos. En los últimos cinco años se han practicado más de medio millón en 49 países. Kim Kardashian la pidió para su bóxer. Sus dueños dicen que el implante compensa el impacto de la castración.
Detrás de la preocupación estética de las mascotas muchas veces está el selfie de Carnaval o de una fiesta de cumpleaños infantil. A juzgar por las imágenes que más se repiten en las redes sociales, las mascotas más vulnerables son los perros blancos y de menor tamaño. Aparecen con las uñas pintadas, tatuajes, piercings y otros abalorios. Violeta, una perrita con mezcla de bichón maltés de poco más de dos kilos, es una de las últimas perjudicadas por un capricho humano. Sus dueños tiñeron su pelo de color violeta con tinte destinado a uso humano, provocándole graves quemaduras en buena parte del cuerpo, hinchazón en un ojo y fuerte irritación en las mucosas. El caso se hizo viral gracias al vídeo de denuncia que colgó en sus redes el Servicio para Animales del Condado de Pinellas, en el estado de Florida (EE. UU.).
En su cuenta de Facebook los responsables explican que la profundidad de las heridas es tal que, después de varios meses de curas y vendajes, Violeta aún continúa marcada por las quemaduras. Y recuerdan: “Los tintes de cabello humano son tóxicos y causan muchas lesiones a la mascota, como quemaduras y ceguera. Además, su primer instinto es lamer, por lo que le pueden provocar intoxicaciones y quemaduras internas”. La asociación recuerda que existe una amplia gama de productos específicos para mascotas. En España es raro ver a una mascota teñida. Desde la Asociación Española de Estilistas Caninos nos aclaran que no debería considerarse maltrato practicar a los perros ciertos tratamientos estéticos e higiénicos como cortes de exposición o tintes, siempre que se empleen productos de calidad e indicados para ellos.
Mascotas en la cuna
¿Qué está pasando? Chris Ashton, cofundador de la aseguradora para mascotas Petplan, en EE. UU., lanza una hipótesis: “Las personas retrasan la llegada de los hijos y anteponen la compra de una mascota a la que dedicar todos sus mimos”. Este comportamiento está obligando a fijar algunos límites. En 2014, Nueva York emitió una ley que prohíbe explícitamente el uso de tatuajes y piercings en animales de compañía. El gobernador, Andrew Cuomo, lo califica de “maltrato animal, simple y llanamente”. El castigo es de 15 días de cárcel y hasta 250 dólares de multa.
A pesar de estas medidas puntuales, en Estados Unidos la estética canina mueve unos cien millones de dólares anuales. En muchos de sus estados parece difícil frenar la rivalidad en los concursos de mascotas. La obsesión por ganar lleva a trasladar al mundo animal prácticas estéticas que, según AVATMA, nunca deberían haber traspasado el ámbito exclusivamente humano, como la abdominoplastia, el estiramiento facial, la cirugía de nariz y el rejuvenecimiento de párpados.
El año pasado, una mujer operó a su perro para que se pareciese a Milo, el de la película La Máscara, y cumplir así el antojo de su hijo. Le compró uno similar, pero sus orejas empezaron a crecer hacia arriba. Aunque el autor de la cirugía, Andrey Mezin, expresó su desacuerdo, finalmente le intervino el cartílago para bajar las orejas. Y en China, la cirugía estética para las mascotas llega al delirio. Se han llegado a pagar hasta 2,5 millones de euros por un mastín tibetano, icono de la clase privilegiada. Cuanto más atractivo, mayor es su cotización, lo que los aboca al quirófano. En 2016 las autoridades investigaron la muerte de un ejemplar por una mala anestesia para un lifting facial en la localidad de Tongzhou.
¿Dónde debería marcarse la línea roja? “No es fácil –responde Zaldívar–, pero el sentido común y el asesoramiento de los veterinarios debería ser suficiente para saberlo”. La veterinaria Paola Melly va más allá: “La apariencia a gusto del dueño no debería justificar, en ningún caso, el sufrimiento al que se somete al animal”.