Han reproducido el sonido de una caracola que sirvió como instrumento musical hace 17.000 años. Son tres notas musicales que permiten un viaje al remoto pasado del Homo sapiens.
Por primera vez en más de 17.000 años, tres notas musicales cercanas en tono a Do, Re y Do bemol, han vuelto a reverberar desde una concha marina que fue modificada para servir como instrumento de viento. Se trata del cuerno de concha de caracol más antiguo conocido hasta ahora, y se destaca como un hallazgo único entre los artefactos europeos del Paleolítico superior. Tras un minucioso estudio, han recreado la música que debió escucharse en los refugios de nuestros antepasados producida por una caracola. El estudio se publica hoy en ScienceAdvance.
La cueva que habitaron artistas
La encontraron en 1931 en la cueva de Marsoulas, enclavada en las estribaciones de los Pirineos franceses. Es reconocida como uno de los lugares del mundo con las más bellas representaciones de arte Paleolítico. Como ejemplo, esta figura donde el punteado con los dedos da color al bisonte, y que aprovecha la forma de la pared de la cueva para darle volumen. Es una obra de arte.
Los descubridores de la concha inicialmente sospecharon que servía como una taza ceremonial para beber. Pero después de un minucioso estudio con técnicas de imagen avanzadas, la arqueóloga Carole Fritz y sus colegas encontraron que las y los Homo sapiens magdalenienses de la cueva Marsoulas la habían modificado cuidadosamente para instalar una boquilla.
Estos antiguos artesanos también eliminaron los bordes exteriores de la boca de la caracola, la cresta acampanada que se extiende hacia afuera desde la abertura principal, y adornaron el exterior de la concha con pigmentos de color rojo ocre, el mismo que usaron para el arte mural que se encuentra dentro de la cueva de Marsoulas.
Trabajos previos han documentado la presencia de flautas y pitos de hueso en yacimientos arqueológicos del Paleolítico superior. Pero los instrumentos hechos de otros materiales como esta concha, que una vez perteneció a un gran caracol marino de la especie Charonia lampas, son inusuales.
La huella humana
Utilizando técnicas de fotogrametría para resaltar modificaciones exteriores que no se ven fácilmente a simple vista, han caracterizado minuciosamente las huellas de la intervención humana. Observaron las marcas ocre descoloridas en forma de huellas dactilares, los puntos de impacto a lo largo del labrum modificado, y las señales de que el ápice del caparazón había sido eliminado cuidadosa y deliberadamente para crear una segunda abertura.
Realizaron dos orificios debajo del vértice del caparazón, probablemente para acomodar la extensión del tubo largo de una boquilla.
También encontraron rastros de una sustancia orgánica marrón, probablemente una resina o cera, alrededor de la abertura del ápice que pudo haber sido usado como adhesivo para fijar una boquilla.
Han utilizado tomografías computarizadas para visualizar el interior del caparazón, y encontraron que se habían realizado dos orificios adicionales en las capas espirales directamente debajo del vértice del caparazón, probablemente para acomodar la extensión del tubo largo de una boquilla.
La ayuda de un musicólogo especializado
Carole Fritz solicitó la ayuda de un musicólogo especializado que fue capaz de reproducir el sonido de la trompeta en tres notas distintas que casi coinciden con los tonos de Do, Re y Do bemol en la nomenclatura musical moderna.
“En todo el mundo, las caracolas han servido como instrumentos musicales, dispositivos de llamada o señalización, y objetos sagrados o mágicos según las culturas”, escriben los autores. «Hasta donde sabemos, la caracola de Marsoulas es única en el mundo en el contexto prehistórico del paleolítico.
Y, al fin, este es el sonido que reproduce esta caracola que, hace 17.000 años se escuchó en una bella cueva habitada por los primeros Homo sapiens que poblaron el pirineo.