Este miércoles saltaba a los medios la noticia de que un cohete chino iba a caer a la Tierra. Desgraciadamente, mucho de lo que se ha publicado al respecto es confuso y amarillista. ¿Qué ocurre con este cohete y qué debemos hacer al respecto?
Jorge Hernández Bernal, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
El 29 de abril despegaba el primer módulo de la nueva estación espacial china, a bordo de un cohete Larga Marcha CZ-5B. Un cohete suele componerse de varias “etapas”, que van quemándose sucesivamente. Cuando una etapa se acaba, se deja caer y entra en funcionamiento la siguiente. El cohete Larga Marcha CZ-5B tiene una singularidad: la etapa principal del cohete funciona durante todo el lanzamiento, y finalmente entra en órbita.
No es raro que partes de los cohetes queden en órbita, al cabo de pocos días caen y se desintegran en la atmósfera. Pero en este caso queda en órbita la etapa principal, que es muy grande. Con una longitud de 31 metros, y unas 20 toneladas de masa, ¿Se desintegrará en la atmósfera, o algún fragmento alcanzará la superficie de la Tierra?
No es que sea la primera vez que algo así ocurre. La estación espacial MIR es un ejemplo de que objetos más grandes se han desintegrado en nuestra atmósfera. Pero, salvo por accidente, los objetos grandes no suelen caer de forma descontrolada. Lo normal es dirigirlos al Océano Pacífico, donde el riesgo es muy bajo.
En cambio, la etapa principal de este cohete queda en una órbita en la que es el lento rozamiento con la atmósfera el que va haciéndole perder altura. Hasta que finalmente se quema en la atmósfera sobre una ubicación impredecible.
El del 29 de abril es el segundo lanzamiento de este cohete con esta configuración. El primer lanzamiento ocurrió hace un año, y la primera etapa acabó desintegrándose sobre la costa atlántica africana. Pero algunos fragmentos potencialmente peligrosos cayeron sobre Costa de Marfil.
En este contexto, ha surgido la preocupación sobre lo que ocurrirá. Se espera que el cohete se queme en la atmósfera entre el sábado día 8 y el domingo día 9, pero el momento exacto es impredecible.
El cohete orbita entre las latitudes 40 ⁰ Norte y Sur, y da una vuelta entera a la Tierra cada 90 minutos. Por ello la reentrada atmosférica puede ocurrir prácticamente sobre cualquier ubicación entre estas latitudes. Algunos medios españoles no han dudado en puntualizar que Madrid se encuentra en esa franja. Tendremos que ir los de Bilbao a explicarles que el centro del mundo no es Madrid…
Dado que la mayor parte del planeta está cubierta por agua, lo más probable es que los fragmentos caigan en el océano, o en una zona poco habitada. Pero no es imposible que algún fragmento produzca un accidente.
La polémica se ha presentado en algunos medios como un enfrentamiento entre China y Estados Unidos. «La Casa Blanca urge a “comportamientos responsables en el espacio»». Titulan medios internacionales. Estos titulares se basan en unas breves declaraciones de Jen Psaki, secretaria de prensa de la Casa Blanca, preguntada por un periodista durante una rueda de prensa no relacionada.
La gravedad de la situación no es por tanto la que algunos medios han querido transmitir. Y tampoco hay realmente un conflicto diplomático. Pero sí es cierto que no debemos ignorar el problema. Aunque el espacio suele parecernos lejano, las actividades que allí se desarrollan tienen una creciente influencia sobre nuestra vida en la Tierra. Por eso es importante comprender los problemas asociados a las actividades en el espacio.
Basura espacial
El problema de la basura espacial es quizás el más conocido. La basura espacial puede causar accidentes al caer a la Tierra, pero también en el espacio: a medida que aumenta el tráfico en la órbita del planeta, el riesgo de colisiones crece. Y a su vez las colisiones producen más basura espacial, y pueden inutilizar grandes satélites que acaben cayendo a la Tierra.
En 2009 dos satélites colisionaron. Y en diferentes momentos la Unión Soviética, Estados Unidos, China, y la India han destruido intencionadamente satélites para probar armas. Este tipo de eventos son responsables de buena parte de la basura espacial. En este momento, la empresa SpaceX está desplegando su «megaconstelación” Starlink, consistente en varios miles de satélites, y otras empresas quieren desplegar sus propias megaconstelaciones.
Otro problema es la minería espacial. Algunos asteroides contienen recursos que en el futuro podría ser rentable explotar. ¿Deberían explotarse? ¿Cómo deberían distribuirse los recursos obtenidos?
Es necesaria una regulación internacional sobre las actividades en el espacio. Ya existen varios tratados internacionales. El «Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre» establece la responsabilidad de los estados sobre los daños que sus objetos espaciales pudieran causar: Si este cohete causa daños, China sería responsable. Al menos sobre el papel.
También es importante el «Tratado de la Luna», que entró en vigor en 1984 pero muy pocos países han firmado. La administración Trump lo rechazó abiertamente porque declara el espacio patrimonio común, lo que, según su criterio, supone un freno a actividades como la minería espacial.
Al no existir mecanismos efectivos para hacer que se cumplan, y al no haberse actualizado a los nuevos tiempos, estos tratados son en la práctica insuficientes. Si no queremos que el sueño de la exploración espacial se convierta en una distopía, necesitaremos regulación internacional efectiva que nos ayude a defender el interés común de la humanidad.
Jorge Hernández Bernal, Investigador en el Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV/EHU, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.