Durante los últimos 50 años, los biólogos se han dado cuenta de que las hembras, en la mayoría de las especies animales, también se aparean con múltiples machos en sus vidas, en contraste con las ideas victorianas de Darwin sobre la existencia de la hembra monógama.
Sin embargo, hasta ahora, había sido difícil descubrir cómo la promiscuidad femenina afecta la selección sexual: cuando las hembras se aparean con más de un macho, la selección sexual puede continuar después del apareamiento porque el esperma de los machos rivales compite por los óvulos. Pero si las hembras se aparean indiscriminadamente, las adaptaciones masculinas para seducir a las hembras elegidas, ¿se vuelven redundantes?
Un reciente estudio, publicado en Nature Communications, ha demostrado que la naturaleza de las fuerzas evolutivas que actúan sobre las moscas macho de la fruta depende de cuántas parejas tengan las hembras.
Los resultados de este estudio muestran que, de hecho, se producen ambos cambios. Cuando las moscas hembra se modificaron genéticamente para ser más promiscuas, la selección sexual simplemente pasó de favorecer a los machos que ganan más parejas (los más «atractivos») a favorecer a los machos que son mejores en la competencia post-apareamiento (los más fértiles). En particular, se favoreció a los machos que eran buenos para aparearse varias veces con la misma hembra.
“Este trabajo nos brinda nuevos conocimientos sobre los amplios principios evolutivos que explican por qué los machos varían tanto en la naturaleza – explica Stuart Wigby, líder del estudio –. Por ejemplo, ¿por qué en algunas especies los machos muestran exhibiciones espectaculares o luchan hasta la muerte para acceder a las hembras, mientras que en otras especies los machos invierten en producir gran cantidad de espermatozoides o en aparearse con una o pocas hembras?”
Juan Scaliter