Desde hace casi un lustro, la demanda mundial de pulpo como alimento está aumentando de forma sostenida. Tanto que el año pasado los precios se dispararon a niveles nunca vistos, según la FAO, debido a la escasa oferta. Y se espera que este año ocurra algo parecido.
La realidad es que la captura de pulpos para alimento es muy variable y se han hecho varios intentos por vincularlos a la acuicultura, desde Japón, México y China o España.
Pero este cefalópodo no está destinado a vivir en una granja, aunque sea marina. Un grupo de expertos, liderados por Jennifer Jacquet, de la Universidad de Nueva York, han publicado un artículo en Science and Technology, en el que señalan los motivos por los cuales nunca se deberían usar pulpos en acuicultura. Y no es solo por su inteligencia, sino también debido al impacto ambiental que se produciría.
Entre las consecuencias negativas, los autores señalan la contaminación por nitrógeno y fósforo a partir de desechos animales, las cruzas de especies y la propagación de enfermedades, y pérdida de hábitat, entre otros.
Pero la mayor preocupación ambiental es la dieta de los pulpos. Se trata de animales carnívoros que necesitan proteínas y aceite de pescado, mientras que las larvas de pulpo solo comen comida viva, que tiene que venir de algún lugar.
«Alimentar a la mayoría de los animales acuáticos de granja – explican los autores en el estudio – ejerce una presión adicional sobre los peces e invertebrados silvestres para obtener harina de pescado. Alrededor de un tercio de la captura mundial de peces se convierte en alimento para otros animales, aproximadamente la mitad de los cuales se destina a la acuicultura. Así, muchas pesquerías cuyo destino es harina de pescado, están sujetas a la sobrepesca y cada vez tienen menos recursos”.
De hecho, si continuamos al ritmo de pesca actual, en 50 años no quedarán peces comestibles.
Los pulpos necesitan mucha comida, al menos tres veces el peso del animal a lo largo de su vida, y asegurarse de que se satisfagan sus necesidades creará aún más presión sobre estas zonas de pesca que ya están en declive. Esto probablemente disminuiría la fuente alimentaria y económica también para los humanos, ya que un 10% de la población global depende de los océanos para vivir.
Por otra parte, criar pulpos en granjas tiene un efecto negativo en los propios animales, señalan los autores: canibalismo, comerse las puntas de sus propios tentáculos (lo que provoca enfermedad infecciosa). En un ambiente sin estimulación, estos inteligentes animales se frustran y aburren.
«Más allá de su salud y seguridad biológica básica, es probable que los pulpos necesiten altos niveles de estimulación cognitiva, así como oportunidades para explorar, manipular y controlar su entorno – concluyen los autores y los sistemas intensivos son hostiles a estas características”.
Juan Scaliter